El estudio, hecho con datos de 1.298 niños de entre 6 y 11 años de seis países europeos -Reino Unido, Francia, España, Grecia, Lituania y Noruega-, ha analizado la asociación entre una amplia variedad de exposiciones prenatales e infantiles y el desarrollo neuropsicológico en edad escolar.
El trabajo ha encontrado que la ingesta de alimentos ecológicos se relaciona con mejores puntuaciones en pruebas de inteligencia fluida (capacidad de resolver problemas) y de memoria funcional o de trabajo (la que permite al cerebro retener nueva información mientras se necesita a corto plazo).
La investigación, que publica la revista ‘Environmental Pollution’, concebida y diseñada por investigadores del ISGlobal, centro impulsado por Fundación La Caixa, ha contado con la colaboración del Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili (IISPV).
Según el investigador del IISPV Jordi Júlvez, la asociación podría deberse a que «las dietas saludables, como la ecológica, son más ricas en nutrientes necesarios para el cerebro, como ácidos grasos, vitaminas y sustancias antioxidantes, lo que puede favorecer las funciones cognitivas en la infancia”.
El trabajo ha hallado también que la ingesta de comida rápida, el hacinamiento en el hogar y el humo de tabaco recibido en la infancia se relacionan con resultados más bajos en los test de inteligencia fluida.
Además, la exposición a partículas finas (PM2.5) en interiores se asocia con puntuaciones más bajas de memoria funcional.
Los científicos han analizado 87 factores ambientales a los que los menores estuvieron expuestos durante su vida uterina, como contaminación del aire, tráfico, ruido, sustancias químicas y estilo de vida, y otros 122 factores a los que estuvieron expuestos durante la infancia.
El objetivo era analizar la influencia que todas estas exposiciones pueden tener en el desarrollo y la maduración del cerebro infantil.
La originalidad de la investigación es que adopta un enfoque de exposoma, es decir, que tiene en cuenta un conjunto de exposiciones a factores ambientales y no se centra en uno solo, para ver cuál es su efecto simultáneo en el neurodesarrollo de los niños.
Según el análisis, los principales determinantes de la inteligencia fluida y de la memoria funcional son las dietas infantiles bio, las basadas en comida rápida, la densidad familiar en el hogar, la contaminación del aire en el interior de casa y el humo del tabaco.
Hasta ahora, se había investigado poco la relación entre el tipo de dieta y la función cognitiva, pero ya se había asociado el fast food con un menor éxito en el desarrollo escolar.
«En nuestro trabajo -ha resumido Júlvez- hemos encontrado mejores puntuaciones en inteligencia fluida y memoria funcional cuando hay una mayor ingesta de alimentos bio y una menor ingesta de comida rápida».
Por el contrario, el humo del tabaco y las partículas PM2.5 en el interior del hogar que se respiran durante la infancia podrían afectar negativamente a la función cognitiva, al promover reacciones inflamatorias en el cerebro.
El investigador ha puntualizado que normalmente «el número de personas que conviven en el hogar suele ser un indicador del nivel económico familiar, y en contextos de pobreza el estilo de vida es menos saludable, lo que también puede afectar a las puntuaciones de los niños en test cognitivos».