Los embalses españoles acumulan en este momento un total de 36.992 hectómetros cúbicos (hm³), lo que supone un incremento de 1.591 (un 2,8 % de su capacidad) respecto a la semana pasada y supera ya en 1.320 (hm³) la media del último decenio, según los datos facilitados hoy por el Ministerio de Transición Energética y Reto Demográfico (Miteco).
Prácticamente todas las cuencas han mejorado su situación, a excepción de las internas del País Vasco, que aún así mantienen el mismo elevado porcentaje del martes pasado: un 90,5 %.
Aunque las lluvias han sido prácticamente nulas en la vertiente mediterránea, han afectado de forma considerable a la vertiente atlántica, con la máxima en Pontevedra, donde llegaron a caer más de 66 litros por metro cuadrado.
Así, además de las cuencas del País Vasco, los niveles más elevados son los de Cantábrico Oriental (al 91,8 %), Galicia Costa (88,9 %), Cantábrico Occidental (87,6 %) y Miño-Sil (87,3 %).
Los principales ríos peninsulares también han crecido y disponen de un cauce abundante: el Duero ha alcanzado el 91 %, el Tajo ha llegado al 80,3 % y el Ebro al 74,8 %.
También el Guadiana ha aumentado su caudal, hasta el 51,2 %, mientras que el Guadalquivir llegaba al 46,2 %.
Incluso las zonas más necesitadas del recurso hídrico han mejorado su situación: las cuencas internas de Cataluña han conseguido escalar hasta el 17,6 % (1,2 puntos porcentuales respecto a la semana pasada), mientras que el Segura lo hacía hasta el 24,3 % (1,5 más) y la cuenca Mediterránea andaluza, hasta el 29,4 % (2,5 más).
Sequía en Marruecos
Las fuertes lluvias caídas la pasada semana en Marruecos, que aumentaron la cantidad de agua embalsada en un 23 %, supusieron un balón de oxígeno para los acuíferos y la campaña de frutas y verduras en un país muy dependiente del sector agrícola, pero no consiguieron paliar la sequía que sufre desde hace seis años.
A pesar de las fuertes lluvias caídas, sobre todo en el norte del país, los embalses se encuentran al 32 % de su capacidad y no han llegado a recuperar los niveles alcanzados en el mismo mes de 2023, del 34 %.
Tras un otoño muy seco, Marruecos registró las primeras lluvias en el mes de diciembre, que solo llenaron sus embalses hasta el 23,4 % de su capacidad, tras lo que se produjeron dos meses sin precipitaciones.
Prohibición de cultivar sandía
Frente esta situación, en enero de este año Marruecos comenzó a aplicar restricciones al uso de agua para riego, en los baños públicos y para el llenado de piscinas, redujo la presión en las tuberías para el consumo humano, al tiempo que prohibió el cultivo de hortalizas y frutas necesitadas de gran cantidad de agua -como la sandía o la zanahoria- en zonas críticas.
Antes de estas últimas lluvias, el ministro del Interior, Abdeluafi Laftit, emitió un comunicado delegando en los gobernadores la decisión de levantar esas restricciones al consumo de agua, pero los expertos preveen más medidas tras unas precipitaciones que solo han reducido la gravedad de la sequía.
Abderrahim Handouf, presidente del Colegio de Ingenieros de Marruecos y experto en gestión del agua, augura que a pesar de las lluvias «la disparidad de recursos hídricos en el país, con cuencas hidrográficas solo al 8 % de su capacidad, como la que abastece a la ciudad de Casablanca, llevará probablemente a limitar aún más el agua, tanto para el consumo doméstico como agrícola».
En solo tres días, desde el 29 de marzo hasta el 1 de abril, se registraron más de 200 milímetros de agua por metro cuadrado en ciudades norteñas como Tánger (262), Larache (213) y Chaouen (211), según la Dirección General de Meteorología de Marruecos. En cambio, en el sur las precipitaciones se situaron entre los 15 y los 40 milímetros en ciudades como Agadir, Esauira y Sidi Ifni.
Inundaciones
Provocaron inundaciones en Tetuán y Tánger y algunos de los embalses del norte alcanzaron más del 90 % de su capacidad, sobre todo en las cuencas de los ríos Sebú y Lucus. En cambio, los principales embalses de la cuenca del río Sous, una zona del sur país con alta presión agrícola, oscilan entre el 7 % y el 12,5% de capacidad.
«La sequía -afirma Handouf a EFE- tendrá un gran impacto en la economía, dado que la agricultura emplea al 30 % de la población marroquí. El incremento de precios no solo afectará a los cereales, que se tendrán que importar en mayor cantidad, sino también a productos de primera necesidad como la leche o la carne».
Abdelkader Alaoui, presidente de la Asociación de Molineros, considera que estas últimas precipitaciones son beneficiosas para los acuíferos, el forraje para el pastoreo y la campaña de frutas y hortalizas de 2024, pero no ayudarán a paliar el mal año cerealístico.
El Banco Mundial cifraba el peso de la agricultura en un 10,3% del PIB en 2022, frente al 12 % de 2021, un periodo en el que la producción cerealística del país sufrió un retroceso del 11 % debido a la escasez de precipitaciones y al agotamiento de los recursos hídricos.
La exportación de frutas, hortalizas y pesca representa el 20 % de las exportaciones del país magrebí. Una de sus principales superficies agrícolas se extiende por la zona de Dukkala (centro) y está sometida a un gran estrés hídrico, dado que la cuenca del río Oum Errabiaa está compuesta por tres afluentes que se encuentran al 8 %, 7 % y 2 % de su capacidad.