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La frutería tradicional crece con la covid-19 pero sigue recortando su número

Han sido fundamentales durante la pandemia, pero cada año son menos pese a que presumen de la calidad de sus frutas y verduras y el trato al cliente; la creciente competencia y la falta de relevo generacional son algunos de sus problemas.

«La pandemia nos ha venido bien en el sentido de que muchos consumidores nos han terminado de conocer», ha asegurado el vicepresidente de la Federación Nacional de Detallistas de Frutas y Hortalizas, Javier Iglesias, que a su vez preside Adefrutas, la asociación de fruteros de Madrid.

Durante los meses más duros de confinamiento, los tradicionales «servicios a domicilio de frutas y verduras se multiplicaron, y sin incremento de precios», ha apuntado Iglesias tras explicar que «los fruteros se han partido el alma, sin parar de trabajar desde el primer minuto de la pandemia».

Los nuevos clientes, el aumento del consumo en el hogar y de cocinar en casa, el teletrabajo y la tendencia de comer más sano -en particular alimentos con vitamina C como los cítricos- han impulsado las ventas de las fruterías en torno a un 10 % de media durante el pasado año.

«También han aumentado los costes» -ha aclarado-, debido sobre todo a las medidas sanitarias de obligado cumplimiento, con la compra de equipos de protección individual (EPI), geles hidroalcohólicos y mejora del transporte a domicilio.

A pesar de este empuje en el comercio minorista, Iglesias ha resaltado que el número de fruterías -«entre las de Barcelona y Madrid suman más de mil»- se sigue recortando. «Ahora hay menos de la mitad que hace 30 años», ha puesto como ejemplo.

Una de las causas es la falta de relevo generacional, «porque es un trabajo muy duro levantarse a las cuatro o cinco de la mañana para ir al Merca todos los días y luego abrir la frutería en horario comercial», ha comentado.

También, por la creciente competencia de los «supermercaditos, que tienen de todo hasta productos de higiene», y que se diferencian de la frutería tradicional porque «no asesoran y atienden de forma personalizada al cliente», y de las grandes cadenas de distribución, que «consiguen mejor precio por tener un mayor volumen de compra».

«Nosotros nunca vamos a dar una manzana podrida o una naranja mala, y tenemos la verdura comprada en el día», ha sentenciado.

Iglesias ha puesto en valor la labor de las fruterías tras el paso de la borrasca Filomena al asegurar que supieron ser «previsoras» e hicieron acopio de género el día antes de la gran nevada, de tal forma que no tuvieron desabastecimiento y pudieron abrir y repartir a domicilio pese a las malas condiciones de tránsito.

Sobre la subida de precios de las hortalizas en enero por las bajas temperaturas en algunas zonas de producción y los problemas de logística por Filomena, ha reconocido que ya se han equiparado a los de otros años por estas fechas que, por otro lado, suelen ser más altos que los de diciembre porque hay más demanda tras las fiestas.

El vicepresidente de los fruteros españoles ha abogado por que baje la presión fiscal al pequeño comercio de alimentación para conseguir su supervivencia y que se implante una «cuota mínima en los seguros sociales». «Pagamos un montón de impuestos y es muy caro contratar a alguien para poder conciliar trabajo y vida personal», ha lamentado.

Iglesias ha expresado el gran malestar del sector por las palabras de Unidas Podemos en redes sociales en las que, «han justificado la subida de precios de la electricidad» en enero «a costa de meterse con una profesión muy digna», al asegurar que «el frutero se está forrando, estafándote» y «cobra la patata a precio de aguacate».

«Estamos esperando a que se disculpen» ante un colectivo que se «levanta todos los días a las tres o cuatro de la mañana, con jornadas largas de trabajo de lunes a sábado» y porque «seguro que no saben ni a qué precio están las patatas ni el aguacate», ha contestado.