El analista especializado en alimentación ecológica de la consultora agroalimentaria Provotec, Pedro López, ha estudiado la evolución de la producción eco en el último lustro y constata «un crecimiento de la demanda bastante por encima de la oferta representada por superficie, número de productores e industriales».
Según estimaciones del subdirector de agricultura ecológica del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Javier Maté, el consumo bio alcanzaría en 2020 los 2.100 millones de euros (cerca de 1.800 millones en 2016, de acuerdo a los datos oficiales de Agricultura).
Se trata de un mercado aún pequeño frente al total agroalimentario, ya que no llega ni al 1,7 %, pero con un ritmo muy fuerte de crecimiento.
En este sentido, López señala que, entre 2013-2017, el crecimiento del consumo ha sido de un 90 %, «muy superior» al registrado en superficies (+29,3 %) y productores (+23,6 %).
En la actualidad, la superficie dedicada a la agricultura ecológica (2017) roza ya los 2,1 millones de hectáreas (+3,1 % más respecto a 2016), si bien casi la mitad se dedica a pastos permanentes; los operadores, en todas las categorías, son un 5,3 % más frente a 2016 y suman ya 43.984.
Registra una subida más moderada en productores primarios (4,2 %), algo más acentuada en la de industriales (12,8 %) y con cifras de crecimiento elevadas en el caso de importadores (28 %), exportadores (49 %) y comercializadores mayoristas (22 %).
«Se observa una creciente tensión en la cadena de producción y comercialización» y «si se mantiene este crecimiento desequilibrado entre el inicio y el final, como parece que indican las tendencias 2017 y 2018, aumentará a corto y medio plazo esta tensión entre demanda y oferta», resalta López.
A su juicio, se podrían dar problemas de abastecimiento, más a medio plazo, en el mercado interior, y tener que acudir a importaciones al no haber suficiente producción nacional.
Además, este desequilibrio se observa también en los canales de venta de producto eco, ya que aumenta significativamente el peso de la distribución convencional en su venta, más la entrada de los «grandes» de la industria agroalimentaria convencional, que diversifican producciones hacia el ecológico.
«Operadores y distribuidores convencionales cuentan con unas relaciones comerciales firmes, duraderas y bien engrasadas, comparten redes logísticas cortas y eficaces, lo que simplifica la llegada del producto bio al canal convencional», explica.
Este segmento crece rápido, «el desarrollo de la distribución convencional es imparable», en detrimento del especialista y de los pequeños productores ecológicos, por lo que en su opinión es necesario potenciar el tradicional bio, que debe «juntar esfuerzos» para ganar masa crítica.
Considera que esas dificultades de «los pequeños» frente a las grandes plataformas «lastran el desarrollo del canal especialista» y que fórmulas como la interprofesional, la asociación o la búsqueda de centrales de compra, entre otros, son estrategias que deben tener en cuenta ya para no perder cuota de mercado.
Y señala la conveniencia, por ejemplo, de crear estructuras para facilitar la logística de centrales de compra ecológicas y mejorar así la distribución y la venta del canal especialista.
Además, recuerda que las tiendas tradicionales bio tienen que poner en valor algo que la gran distribución «nunca ofrecerá» como es la atención personalizada, la gran variedad y amplio surtido ecológico, sobre todo, en fresco, y que es un modelo que potencia los canales cortos o los productos de proximidad.