Esta percepción, en la que «tienen bastante razón», según la catedrática Departamento de Economía Agraria, Finanzas y Contabilidad de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la institución académica, María del Mar Delgado Serrano, se extrae de la que «probablemente sea la muestra más importante que se haya hecho» en el agro andaluz y que ha cubierto «todos los sistemas agrarios andaluces con una muestra representativa».
Para Delgado, una de las investigadoras principales del proyecto, desarrollado en el marco del Programa Operativo FEDER Andalucía 2014-2020, «las políticas no tienen tanta capacidad para hacer cosas, por lo que es muy importante saber qué opinan, cómo lo ven, cómo perciben el riesgo y en qué condiciones estarían dispuestos a tomar decisiones» los agricultores andaluces.
El estudio ha puesto de manifiesto que el 91 por ciento de los encuestados confían en la información dada por la comunidad científica, mientras que sólo el 22 por ciento lo hace en la que reporta el Gobierno.
Según aseguró María del Mar Delgado a la Agencia Efe, «hablamos de un sector absolutamente clave en Andalucía, tanto desde el punto de vista económico por su generación de empleo, como de ordenación del territorio» y porque la comunidad «puede ser dentro de veinte años un medio desierto».
De hecho, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), un órgano del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, ha situado en su quinto informe a Andalucía entre las zonas más afectadas por este fenómeno, enfatiza.
El 96 por ciento de los encuestados cree que el cambio climático está ocurriendo y el 90 por ciento ha percibido cambios en la duración de las estaciones, mayor temperatura media y mayor frecuencia de sequías, concreta Macario Rodríguez Entrena, el otro investigador principal y profesor asociado en la Universidad cordobesa.
«El agricultor percibe perfectamente, con experiencia propia, pasada y presente la presencia del cambio climático, sobre todo en el acortamiento de los ciclos de cultivo, esa difuminación de las estaciones del año, y eso hace que, en general, estén dispuestos a adaptarse y a tomar medidas que puedan hacer frente al cambio climático», concreta Rodríguez.
Pese a ello, «la principal barrera que encuentra es la gran presión de los mercados internacionales respecto a los productos agroalimentarios y tiene bastante recelo sobre cuál va a ser el acompañamiento público, a través de las políticas agrarias (PAC), para transicionar hacia unas políticas más ecológicas».
En todo caso, Consuelo Carmen Brígido García, investigadora contratada en el proyecto, señala que la mayoría de los agricultores y de los ganaderos mantienen «una creencia aún más fuerte sobre que son los habitantes de las ciudades quienes tienen una mayor obligación de cambiar su comportamiento para hacer frente a este fenómeno», lo que María del Mar Delgado define como que el agro andaluz no se identifica «dentro del sistema alimentario«.
Así, resalta que «no es la agricultura en sí la que genera tanto cambio climático, diría que es el sistema alimentario, que es el que tiene unos altos in put (aportes) energéticos, de fertilizantes, de transporte, de transformación, pero un agricultor que está arando su tierra o podando su olivo no está generando una gran cantidad de emisiones», apunta la catedrática.
El perfil del agricultor con «mayor disponibilidad a adoptar medidas de adaptación y mitigación al cambio climático», subraya Brígido, se da en aquellos que tiene una alta probabilidad de relevo generacional, disponen de varios tipos de cultivos o de ganado y en el que el mayor porcentaje de la renta total familiar procede de la agricultura.
La profesora Área de Economía, Sociología y Política Agraria Universidad de Córdoba Manuela Castillo Quero, integrante también del equipo de investigación, explica que para el estudio se realizaron más de mil encuestas entre personas con actividad agraria de toda Andalucía, de diferentes sistemas agrarios: arroz, olivar, ganadería, frutas y hortalizas al aire libre, invernadero, viñedos y cereales, oleaginosas y proteaginosas.
A su juicio, «la diversidad de cultivos y modos de producción, además de los impactos diferenciados del cambio climático, tienen una elevada influencia en los factores que modelan la percepción social, en el tipo de acciones individuales de mitigación y adaptación, en las estrategias y políticas de adaptación y mitigación que los agricultores están dispuestos a aceptar y, en definitiva, en la resiliencia frente al cambio climático».
Se trata de un trabajo que permite perfilar una realidad del agro andaluz ante la realidad de que «la mayor parte de las acciones de adaptación frente al cambio climático dependerán de la capacidad autónoma adaptativa de los agentes, independientemente de las acciones que puedan poner en marcha los gobiernos», concluye su investigadora principal.