El despilfarro alimentario «constituye una pérdida económica porque su desembolso no tienen ninguna compensación por parte de las familias», asegura a Efeagro el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, quien incide además en negativo significado desde el punto de vista social.
Durante la pandemia, el Gobierno ha seguido analizando la evolución del consumo de alimentos, aunque las cifras de pérdidas y desperdicios que proporciona las hace sobre una base anual.
Según datos del panel de consumo de 2019 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), avanzados, ocho de cada diez hogares españoles tiraron comida a la basura el año pasado.
Leve aumento de desperdicios
En total, los hogares desperdiciaron 1.352 millones de kilos de alimentos y bebidas, volumen que apenas creció un 1 % anual (equivalente a 13 millones de kilos más).
El incremento es menor al de 2018, lo cual demuestra que las familias continúan sin gestionar bien la compra y el uso de alimentos, pero cada vez están más concienciadas acerca del problema que esto supone.
«El despilfarro alimentario se cifra aproximadamente en 25 kilos por persona y año, lo cual es una cifra bastante elevada, sobre todo en frutas, hortalizas y derivados lácteos», asegura el ministro, que considera, no obstante, que «ha habido una evolución en los últimos años un poco más responsable».
«Es muy importante de cara al futuro una mejor planificación desde el punto de vista de la compra», remarca Planas.
Alude a la mejora del consumo teniendo en cuenta las fechas de compra y de caducidad de los productos, y al aprovechamiento de alimentos frescos, productos transformados y platos preparados.
Productos tirados sin usar
En 2019, también ocho de cada diez hogares españoles tiraron productos tal y como los compraron sin haber llegado a utilizarlos.
Fueron un total de 1.146 millones de kilos, cerca de 19 millones más que en 2018 (+1,7 %), mientras que los alimentos cocinados o procesados en el hogar finalmente desechados sumaron 206 millones, 5 millones menos (-2,6 %).
Los alimentos empleados en recetas representaron el 15,3 % del volumen desperdiciado, frente al 84,7 % restante, de productos sin elaborar.
Los hogares con personas de menos de 50 años y las parejas con hijos fueron los que más desperdiciaron productos sin haberlos utilizado previamente, un fenómeno que, por zonas, se dio más en el Levante y el área metropolitana de Madrid.
Los productos que más se tiraron fueron los frescos como las frutas (el 30,8 % del volumen desperdiciado de productos sin utilizar), seguidas de las verduras y hortalizas (13,5 %) y los lácteos (12,6 %).
La gestión de los hogares mejoró en esos cuatro grupos, al igual que en el pan, ya que redujeron su desperdicio, a pesar de haber incrementado su compra en 2019.
El pan siguió siendo, sin embargo, desperdiciado por casi la mitad de los hogares españoles, mientras que el jamón cocido lo fue por una cuarta parte, según el informe.
Cuando los alimentos se prepararon en el hogar, tres de cada diez hogares tiraron parte de esas recetas, siendo el perfil más común el de familias con niños y miembros de hasta 49 años, y las principales zonas, Andalucía, el Levante y el noroeste peninsular.
El año pasado, el número de hogares que desechó platos elaborados se redujo el 0,9 % debido, entre otros motivos, a que encontraron más ocasiones de llevar la comida fuera de casa, tuvieron más en cuenta lo que querían cocinar al comprar y tendieron más a exprimir lo cocinado al máximo, sobre todo los mayores de 50 años.
Platos más consumidos
El MAPA ha observado que los platos de cuchara y las recetas con huevo ganan presencia en el menú de los españoles, en el que las ensaladas verdes son lo que más se come.
Dicho consumo explica que los tres primeros platos que más se desperdiciaron fueran las lentejas, la ensalada verde y la tortilla de patatas, aunque el número de hogares que lo hicieron fue menor que en 2018.
La tasa de desperdicio, resultado de dividir el total de alimentos desechados entre el de alimentos comprados, se situó en el 4,7 %, una décima más que el año anterior, por el aumento del despilfarro de aceite, naranjas, carnes de cerdo o vacuno, verduras y hortalizas, aunque lo más desechado fueron salsas, sopas, cremas y caldos líquidos.
«Más alimento, menos desperdicio» se llama la estrategia con la que el Gobierno pretende animar a los sectores de la sociedad a limitar las pérdidas y el despilfarro de alimentos.
También en verano, marcado por las altas temperaturas, el ministro de Agricultura llama a conservar los productos y a planificar las compras para disminuir el desperdicio, un problema que «no beneficia a nadie».