Un informe elaborado el pasado diciembre por la Oficina Polaca del Consumidor confirma los bajos precios que se pagan a los agricultores por sus productos y las ganancias desproporcionadas que perciben los intermediarios en Polonia, con una comisión que representa entre el 20-40% del precio final y que en muchas ocasiones supera al beneficio de los supermercados.
«El comercio en Polonia está muy mal organizado y al final siempre son las explotaciones familiares, en las que se basa la producción de alimentos en nuestro país, las que pierden en un sistema en el que ganan los intermediarios y los oligopolios», señaló a Efe Michal Kolodzieczak, de la asociación de agricultores Agrouni, quien no descarta movilizaciones en el futuro para protestar por esta situación.
«Por ejemplo, actualmente vendemos repollo a un zloty el kilo (unos 25 céntimos de euro), y luego lo vemos en los supermercados a 3 ó 4 zlotys (alrededor de 75 céntimos o un euro)», denuncia.
Esto ocurre prácticamente con todas las frutas y verduras, pero en los últimos años ha afectado especialmente a los productores de manzana (Polonia es el mayor productor mundial de esta fruta) que en algunos casos han recibido por su producción un 14% del precio final que se ofrece en los mostradores de las superficies comerciales, según este informe.
En el caso de otros productos como la frambuesa o las cerezas, el agricultor recibe de media alrededor del 30% del precio final, mientras que si se trata de cebollas el beneficio para el productor aumenta hasta el 40% del precio final y al 50% para las patatas.
El Gobierno polaco ha intentado tomar cartas en el asunto e incluso se han debatido soluciones como la de garantizar unos precios mínimos en favor del productor, facilitar puntos de venta directos en las ciudades para los agricultores o fomentar el cooperativismo agrario, aunque hasta ahora no se han tomado medidas decididas.
«Los políticos dicen que defienden los intereses del campo pero realmente no hacen nada por mejorar nuestra situación», añade este activista agrario.
A la situación de los bajos precios en origen se une «el falso etiquetado de productos en las superficies comerciales», lamenta el líder de Agrouni, quien en una acción de protesta días atrás reclamó la presencia policial en un supermercado de una conocida cadena alemana para denunciar que zanahorias holandesas se vendían como polacas.
El falso etiquetado esconde la llegada de productos más baratos y libres de impuestos procedentes de otros países, señala, y propone como solución a esta situación la medida adoptada en Rumanía, donde se ha establecido por ley que el 50% de la producción agrícola consumida debe ser producida en ese país.
A principios de la década de los 90 existían en Polonia dos millones de explotaciones agrarias, en su mayoría pequeñas granjas de subsistencia que apenas permitían unos ingresos mínimos a sus propietarios, quienes en muchos casos tenían empleos en otros sectores y cultivaban sólo para su autoconsumo.
«El panorama cambió radicalmente con el acceso a la Unión Europea en 2004», explicó a Efe la experta en desarrollo agrario Justyna Gora, que destaca que nunca antes el campo polaco había recibido tanto dinero como con los subsidios comunitarios.
Como resultado de esta llegada de fondos, desde 2005 hasta 2017 el ingreso per cápita en las áreas rurales ha aumentado más del 120%, según el Instituto Polaco de Estadística (GUS), mientras que en las zonas urbanas ese aumento ha sido ligeramente superior al 100%.
La adhesión a la UE dio a los agricultores acceso a fondos de la Política Agraria Común (PAC), incluidos los pagos directos a las explotaciones de al menos una hectárea, lo que ha permitido que incluso los propietarios más pequeños puedan recibir dinero europeo, mientras también han aumentado las ayudas internas ofrecidas por la propia Polonia.