Así lo concluye un estudio del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), integrado en el proyecto del European Research Council IMBALANCE-P, que dirige el investigador del CSIC en el CREAF Josep Peñuelas.
El estudio, que publica la revista ‘Nature Sustainability’, concluye que liberar 576 millones de hectáreas de terreno de cultivo en el mundo permitiría gastar menos agua, aunque posiblemente aumentaría el uso de fertilizantes para hacer más fértiles los campos agrícolas restantes.
Peñuelas ha admitido que «hay margen de mejora en el actual uso de la tierra, si bien hay que estudiar planes concretos para evitar los posibles efectos no deseados».
El estudio concluye que la mitad del terreno agrario del mundo destinado a cultivar alimentos podría dedicarse a otros usos y propone impulsar que el 50 % del terreno liberado tenga usos de recuperación de la naturaleza, entre otros, de la biodiversidad.
Según los autores del trabajo, este tipo de estrategias son urgentes porque la demanda mundial de productos agrícolas crece constantemente, pero el uso indefinido de tierras para cultivar pone en riesgo la naturaleza.