El valor de un microclima
La costa de Almería y Granada cuenta con una media de más de 3.000 horas de sol al año. Esto, unido al uso de los plásticos que cubren los cultivos, ha permitido que esta zona haya pasado de tener una agricultura de subsistencia a ser el sistema más avanzado y productivo del mundo. De hecho, en el año 2017, la ONU escogió a Almería y Granada como el mejor ejemplo de sostenibilidad para dar de comer al mundo. Un sistema que se nutre, únicamente, de la luz del sol.
Energía fotovoltaica versus energía “fotosaludable “ y “fotonutritiva”
A menudo, cuando se habla de los invernaderos solares presentes en el sur de España se suele caer en el error de pensar que éstos funcionan gracias a la energía fotovoltaica producida por placas solares, pero esta idea no es más que un equívoco, ya que las placas solares transforman la energía solar en energía fotovoltaica, mientas que en los invernaderos solares, la luz del sol se transforma directamente en las hojas de las plantas, en energía “fotonutritiva” y “fotosaludable”. La energía fotovoltaica se transforma, a efectos prácticos, en electricidad; mientras que la energía “fotonutritiva” y “fotosaludable” se transforma en vitaminas, minerales, antioxidantes, fibra y agua que se muestran en forma de deliciosas frutas y verduras frescas.
Tal como explica Jan van der Blom, responsable del departamento de Agroecología de Aproa, “en los invernaderos solares los rayos del sol inciden en las cubiertas de plástico dejando pasar la luz necesaria para que las plantas puedan realizar la fotosíntesis, absorbiendo el CO2 del aire y transformándolo en ricos y saludables nutrientes. En este proceso se liberan cantidades ingentes de oxigeno a la atmósfera”.
De este modo, el 96% de la energía utilizada en los invernaderos solares de Almería y Granada procede únicamente del sol, sin necesidad de usar ni otras fuentes de energía ni combustibles fósiles. Este modelo se diferencia notablemente de los métodos productivos de otras superficies invernadas, donde sí se utilizan sistemas de calefacción e iluminación artificial a partir de combustibles fósiles que conllevan hasta un 30% más de consumo energético, más el consiguiente efecto contaminante.