Así se desprende de varios estudios realizados por el Instituto del Agua de la Universidad de Alicante (UA) que se dan a conocer hoy en una jornada en Los Montesinos (Alicante) en el marco de los actos del 40 aniversario del Tajo-Segura, que fue inaugurado el 31 de marzo de 1979.
Organizado por la Comunidad de Regantes Riegos de Levante Margen Derecha, en esta jornada participan (además del presidente de este colectivo anfitrión, José Antonio Andújar) los responsables del Sindicato Central de Regantes del trasvase (SCRATS), Lucas Jiménez, y de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore), Andrés del Campo.
También el consejero de Agua y Agricultura de la Región de Murcia, Miguel Ángel del Amor, y el presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, a quien los regantes impondrán la insignia de oro por su compromiso en esta materia.
Del mismo modo, participa el director del Instituto del Agua, Joaquín Melgarejo, con una conferencia titulada «40 años del Trasvase Tajo-Segura».
En declaraciones a Efe, Melgarejo ha explicado que el agua del Tajo-Segura da de beber cada año a alrededor de 2 millones de habitantes de Alicante, Murcia y parte de Almería.
El volumen transferido desde los embalses del alto Tajo, de Entrepeñas (Guadalajara) y Buendía (Cuenca), se ha situado en estas cuatro décadas entre 305 y 310 hectómetros cúbicos de media anual, lo que sirve para el consumo en boca y para regar 126.000 hectáreas de cultivos.
El catedrático ha advertido de los efectos ambientales del trasvase, ya que el agua que discurre por el cauce del Segura procede mayoritariamente de las depuradoras y, a su vez, este recurso tiene su origen en las cantidades que llegan del Tajo.
De esta manera, «sin transferencias del trasvase no habría caudal ecológico» del río Segura y, además, se produciría una mayor sobreexplotación de los acuíferos.
Todos estos elementos convierten en «insustituible» el Tajo-Segura, en opinión de este experto, quien ha enumerado otros efectos positivos de la infraestructura.
Entre ellos, que las 126.000 hectáreas constituyen una zona verde que absorbe una gran cantidad de dióxido de carbono (CO2), lo cual favorece la lucha contra el cambio climático, y que la generación de empleo que conlleva detiene las tradicionales corrientes de emigración del sureste peninsular a otras zonas del país.
El agua procedente del trasvase ha hecho florecer el sector agrícola hasta el punto de que esta zona se ha convertido en receptora neta de mano de obra, y también ha beneficiado a otro de los motores económicos de esta zona, principalmente en Alicante, como es el turismo.
De la misma manera, Melgarejo ha asegurado que el agua del trasvase no puede ser sustituida por la de las estaciones desalinizadoras porque ésta última multiplica por cuatro la factura energética y por cinco el coste económico.
Esto provocaría una pérdida de competitividad y de seguridad económica, lo que perjudicaría de forma determinante un sector con una clara vocación exportadora.