Ha demostrado que ambas han evolucionado hasta la coexistencia, lo que abre las puertas a su combinación para la mejora de cultivos.
El estudio ha sido desarrollado por un equipo liderado por Diego Romero, investigador del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea (IHSM) La Mayora, ubicado en Algarrobo (Málaga), y profesor de la Universidad de Málaga.
Romero ha señalado que “lo que en principio parecía una relación negativa se puede convertir en una relación de coexistencia perfectamente”, ha informado este jueves en un comunicado el IHSM La Mayora, centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Málaga.
El investigador ha añadido que con este trabajo se ha conseguido describir “la diana de un antibiótico producido por una de las bacterias y conocer la acumulación de mutaciones en rutas metabólicas que son claves para la vida y que no afectan a su funcionalidad pero sí permiten la capacidad de resistir el ataque de la competidora”.
“Pasamos de una situación en la que estas dos bacterias sabemos que coexisten en la naturaleza, pero ahora conocemos cómo se pasa de la inhibición inicial de ambas a una situación de coexistencia”, ha declarado Romero.
Ha explicado que, desde el punto de vista básico, es “apasionante ver las estrategias que han utilizado cada una de las especies para adaptarse a esa lucha química».
Este trabajo tiene una aplicación directa en la agricultura, ya que se ve claramente que ambas bacterias, que contribuyen a la salud de la planta, pueden ser utilizadas en el modelo de agricultura sostenible gracias a esta coexistencia con métodos como “fraccionar los tratamientos sin solaparse».
Ello «permite jugar con ellas y establecer la mejor estrategia para poder aplicarlas y así potenciar esa contribución beneficiosa sin que haya perjuicio entre ellas”, ha apuntado Romero.
La investigación es la continuación de un trabajo anterior publicado en 2019 en el que se estudiaron los elementos estructurales de ambas bacterias para luego dar paso a este artículo en el que se analiza la lucha química entre ellas.
“En global, nos ha permitido tener una visión más acertada sobre los papeles que desempeñan la matriz extracelular bacteriana y qué papel tienen los metabolitos secundarios”, ha afirmado Romero, que ha explicado que parte de los trabajos se han realizado en cucurbitáceas (plantas de melón).
Con este estudio se ofrece “un enfoque pluridisciplinar a una pregunta biológica”, y se aporta una visión completa de lo que está ocurriendo en la relación de ambas bacterias.
Romero ha resaltado que este trabajo se ha basado en el estudio de las interacciones a nivel microscópico, algo que “rompe con ese esquema de la ciencia aislada, en la que no se estudia el contexto y los factores que afectan a las interacciones microbianas y su crecimiento”.