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De sequías «repentinas» a 8.000 km2 en riesgo de desertificación

El cambio climático está intensificando el ciclo hidrológico en la península ibérica, provocando sequías más frecuentes y un aumento de episodios de lluvia torrencial.

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El impacto de las sequías repentinas o «flash draught» o los 8.000 km2 nuevos en cuestión de años de territorio árido en riesgo de desertificación sobre todo en Alicante, Murcia y Almería se hallan entre alguno de los retos concretos del ciclo del agua y de su gestión en España, según los expertos.

Así lo han manifestado la directora del departamento de Geografía de la Universitat de València, Ana Camarasa, el ingeniero agrónomo especialista en Desertificación y Cambio Global Jaime Martínez Valderrama y el catedrático de Geografía Física de la Universitat de Barcelona Javier Martín Vide en la I Conferencia de Expertos Cambio Climático y Territorio en el Mediterráneo Ibérico que se celebra durante este jueves y viernes en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València.

Sequías más frecuentes

El cambio climático está intensificando el ciclo hidrológico en la península ibérica, provocando sequías más frecuentes y un aumento de episodios de lluvia torrencial, ha destacado Ana Camarasa durante su conferencia ‘La intensificación del ciclo hidrológico: el agua por exceso, el agua por defecto’.

«El cambio climático implica que, en la media de España, incluso cuando no hay un cambio importante en la media de la lluvia, hay un incremento importante de la evapotranspiración, una alta demanda evaporativa”, ha explicado Camarasa, que ha indicado que lo que provoca el cambio climático es que “hay mucha más agua en la atmósfera en estado de vapor».

Pero, en concreto, ha considerado que la situación es especialmente preocupante en el sureste peninsular, donde se ve «un incremento importante en la frecuencia de días secos y cálidos», según Camarasa, quien también ha destacado el aumento de las «sequías repentinas», especialmente en la zona mediterránea.

Intensificación de los episodios de lluvia

Asimismo, ha alertado sobre el incremento del tiempo que un territorio permanece en condiciones de sequía, que en muchos casos asciende ya a los tres o a los seis meses, así como sobre la intensificación de los episodios de lluvia.

«Con el cambio climático, se da una potenciación energética en el sistema hídrico, las precipitaciones son más rápidas, más intensas y en el lado de la lluvia se está produciendo un incremento de la torrencialidad. El número de eventos torrenciales es cada vez mayor«, ha explicado.

Ahora, los episodios de lluvias torrenciales, según Camarasa, superan los umbrales de intensidad y la capacidad de absorción del suelo de la cuenca, es decir, que llueve más y con más intensidad de lo que la cuenca puede absorber, lo que convierte toda la lluvia en caudal y en escorrentía superficial, lo que puede ser un peligro que dé lugar a situaciones como la dana de octubre en Valencia.

«No reforestes como un loco si luego te cargas otros bosques»

Por su parte, el ingeniero agrónomo especialista en Desertificación y Cambio Global Jaime Martínez Valderrama ha alertado, en su conferencia ‘Desertificación, la pérdida de vitalidad del territorio’, de que las zonas áridas se están expandiendo, tanto que en los últimos años 8.000 kilómetros cuadrados de tierra en España han pasado de ser zonas semiáridas a zonas áridas, es decir, en riesgo de desertificación.

Se trata, ha dicho, de zonas sobre todo en las provincias de Alicante, Murcia y Almería, que han sufrido los efectos de que “cada vez hay más agricultura de regadío en un mundo cada vez más árido”.

El experto ha destacado que “la aridez no es desertificación”, sino que se refiere a las zonas donde, “si no se utilizan de forma adecuada, puede ocurrir la desertificación” y, en ese proceso, ha dicho, “estamos implicados los seres humanos”, porque la desertificación se define como “la degradación de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas como consecuencias de las variaciones climáticas pero también de las actividades humanas”.

Para Martínez Valderrama, “las zonas áridas siempre han sido el patito feo de los ecosistemas, sitios pobres, sin vegetación” y la solución que socialmente se ha dado ha sido la agricultura de regadío que, ha reconocido, “ha hecho muy productivos algunos territorios”.

Pero este tipo de agricultura requiere de mucha agua, y lo que se hace es “solucionar el problema del agua con trasvases y tecnologías”, lo que genera, ha lamentado, una espiral: “Cuando hay un problema de la naturaleza ponemos tecnología para solucionarlo, pero tienes que tener mucho músculo financiero para soportar ese ritmo”.

Músculo financiero

Un “músculo financiero” que no tiene el pequeño agricultor, que no puede hacer esa inversión permanente en variedades nuevas o en mecanismos para paliar la falta de agua, con lo que pierde terreno que ganan “cada vez más fondos de inversión, que van tomando el control sobre el territorio, inversores que quieren rentabilidad en el corto plazo, que es uno de los principales factores que contribuyen a la desertificación”.

En cuanto a las soluciones a la desertificación, ha considerado que lo primero es priorizar lo urgente, pero también la coordinación, porque en la actualidad “esa coordinación no existe, hay distintos agentes cada uno con un ámbito, cada uno va a la suya y es algo que hay que arreglar”.

“La cosa es prevenir por encima de todo: no te pongas a reforestar como un loco si te estás cargando bosques en la otra punta del planeta para llevar soja a tus macrogranjas”, ha criticado el experto.

Por su parte, Javier Martín Vide, catedrático de Geografía Física de la Universitat de Barcelona, ha explicado que el comportamiento de la atmósfera está directamente influido por el calentamiento superficial de las aguas marinas.

«El agua es la sustancia que tiene mayor calor específico, hay que aportarle mucho calor para que eleve mucha temperatura en la misma proporción de otras sustancias», ha explicado, de forma que se “alargan” los efectos del cambio climático a consecuencia del calentamiento de las aguas.