El Mediterráneo, corazón citrícola de Europa, vuelve a agitarse con cada campaña de recolección. Protestas en el campo, tensiones en los puertos y debates encendidos sobre las reglas del juego global marcan el pulso de un sector vital: España es el primer exportador mundial de cítricos frescos y uno de los principales motores agroalimentarios de la Unión Europea (UE).
Sin embargo, este liderazgo enfrenta desafíos cada vez más complejos. La apertura comercial ha traído consigo una competencia internacional feroz. Solo en 2024, según datos de la base International Trade in Goods de Eurostat (consultados el 27 de abril de 2025), la UE importó más de 2 millones de toneladas de cítricos, con Sudáfrica, Egipto y Turquía como principales suministradores.
Sudáfrica, en particular, acaparó el 55,3 % del volumen importado en los primeros meses de campaña, aumentando su cuota un 13,2 % respecto a la media de las últimas cinco temporadas.
¿Protección fitosanitaria o proteccionismo encubierto?
Ante esta presión externa, las autoridades europeas reforzaron las medidas fitosanitarias. El tratamiento en frío, obligatorio desde 2022 para los cítricos importados destinados a la UE, busca impedir la entrada de plagas como la falsa polilla (Thaumatotibia leucotreta) y la mancha negra (Phyllosticta citricarpa), apoyándose en el Reglamento (UE) 2016/2031 y el Reglamento de Ejecución (UE) 2022/929.
Sobre el papel, se trata de proteger la agricultura y la biodiversidad. En la práctica, sin embargo, se ha convertido en un campo de batalla diplomático y comercial.
Sudáfrica no tardó en responder, denunciando a la UE ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). En la disputa DS613: European Union — Measures concerning the importation of citrus fruit from South Africa, alega que el tratamiento en frío constituye una barrera técnica injustificada que viola el Acuerdo sobre Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (SPS) de la OMC.
El conflicto deja entrever una verdad incómoda: en la era del comercio global, la sanidad vegetal y la competencia de mercado son dos caras de la misma moneda.
El endurecimiento de los controles no ha sido inocuo. En puertos clave como Castellón y Valencia, los operadores logísticos enfrentan demoras, saturaciones y sobrecostes derivados de los nuevos requisitos de inspección.