Asaja ha indicado que ha habido mermas de producción como consecuencia de un tiempo inusual, con muchas lluvias en época de floración y elevadas temperaturas en el proceso de maduración, concretamente valores de más de 30 grados durante cuatro o cinco días de mayo.
Además, se ha registrado un incremento de alrededor del 20 por ciento en los costos de producción debidos a la covid-19. Esto es así por la falta de mano de obra cualificada y el hándicap de los desplazamientos en vehículos a las explotaciones, lo cual «ha ocasionado un verdadero quebradero de cabeza y problemas de operatividad a los empresarios agrícolas».
«Aún así, los agricultores coinciden en que la fruta que se ha podido recolectar ha sido gracias al esfuerzo sobrehumano de la población de cercanía que ha decidido a trabajar en el campo, sobre todo parados de la hostelería y estudiantes», ha indicado.
En el caso del níspero, había una previsión de entre 12 ó 13 millones de kilos y, finalmente, la cosecha se ha quedado en 10.
«Entre que el agricultor se tiraba dos horas para bajar al personal al campo por las limitaciones de personas en los vehículos y la falta de mano de obra cualificada, que son los temporeros extranjeros que trabajan en estas campañas todos los años y no pudieron salir de sus países de origen, los cuales conocen perfectamente la técnica para la recolección de un fruto tan sensible y van a un ritmo alto de recogida, los costes de producción de los empresarios agrícolas se han disparado», ha afirmado Rafael Gregori, presidente de Asaja en Callosa d’En Sarrià.
A estos elementos añadidos en los costes de producción, también hay que sumar que los portes de la fruta han costado el doble de lo normal ya que, por ejemplo, el níspero, que finalmente si ha podido acceder a su principal mercado, Italia, lo ha hecho en camiones que volvían vacíos, con lo que, al no haber retorno de mercancía, se incrementan notablemente los gastos de transporte.
Otro factor perjudicial para el níspero ha sido el cierre de los mercadillos ambulantes en los pueblos y ciudades, que son importantísimos puntos de venta del níspero de segunda y tercera categoría.
«En resumen, todos los agricultores coincidimos en que esta ha sido una campaña complicadísima en todos los aspectos: recolección, manejo y comercial y que, si se ha podido salvar algo, ha sido por la colaboración y el esfuerzo de agricultores y población y por el sentido común de todos», ha apuntado Gregori.
El caso de la cereza de Alicante con Indicación Geográfica Protegida, Cerezas Montaña de Alicante, «ha sido más caótico todavía».
En la Montaña de Alicante los agricultores afirman que nunca han visto nada igual y es que ésta ha sido la peor campaña que muchos recuerdan porque «prácticamente» ha sido inexistente.
Las persistentes lluvias de abril afectaron a la floración y terminaron por pudrir parte de las flores, y las últimas lluvias del segundo fin de semana de mayo remataron lo poco que había quedado en pie, provocando que no se haya alcanzado ni un 10 por ciento de la cosecha, de manera que de 1 millón de kilos se hayan recogido unas 100.000, ha indicado Hilario Calabuig, desde la Cooperativa de Planes.
Mejor suerte ha encontrado la cereza de la zona productora del interior, como Villena, pese a que también ha habido mermas por las lluvias de abril, que afectaron al cuaje y las altas temperaturas de principios de mayo, que deshidrataron el fruto.
Con esto, se han visto afectadas las cerezas tempranas y de media estación, con una merma del 80 por ciento, pero se espera una buena cosecha de la cereza tardía.
En total, en la zona de Villena se encuentran al 70 por ciento de la producción y esperan recolectar un millón y medio de kilos, medio millón menos que en 2019.
En relación a los precios, éstos son favorables debido a la falta de producción, tanto en la provincia como a nivel nacional, y están rondando los 2 euros el kilo en campo, cotizaciones que esperan superar con las cerezas tardías, que empezarán a recolectarse a mediados de junio.