Entre ellas, abogó por dar preferencia a los productos vegetales, orgánicos, locales y de estación, así como reducir al mínimo el consumo de alimentos procesados, que suelen tener un alto contenido en grasas, azúcares y sal, y que requieren de más energía y agua para su elaboración.
Theresa Tribaldos, de la Universidad suiza de Berna, apuntó que la globalización ha llevado a pensar que «se puede comer de todo en cualquier lugar», a pesar de que cada vez las dietas son más homogéneas y solo una parte «privilegiada» de la población mundial tiene a su alcance alimentos sanos y variados. «La obesidad ha alcanzado las dimensiones de una epidemia, en parte por la globalización de las dietas y la desaparición de las tradicionales», añadió.
Los Países Bajos elaboraron unas guías nutricionales en 2015 para promover la ingesta de más alimentos frescos y poco procesados, y reducir el consumo de carne con el fin de reducir las emisiones de gases contaminantes, según el especialista del Centro holandés de Nutrición Corné van Dooren.
Otro de los participantes, Jostein Hertwig, de la organización ecológica Beras, llamó a cambiar los sistemas alimentarios en la práctica e impulsar el consumo de productos orgánicos.
