La Xylella fastidiosa es una bacteria que puede alojarse en casi 600 especies vegetales diferentes y provoca desde el secado de las hojas, la marchitez de la planta o del árbol y, a menudo, su muerte.
En Estados Unidos, su mayor víctima ha sido desde hace más de un siglo los viñedos California, mientras que en Italia, la región sur de Apulia ha contabilizado desde 2013 la muerte de millones de olivos en una extensión cercana a las 300.000 hectáreas, lo que puso en alerta a España, primer productor mundial de aceite de oliva.
Y en 2016 se notificó la primera detección de la Xylella fastidiosa en el país, en concreto en Baleares, un archipiélago que, como la isla francesa de Córcega, está ahora declarado como «zona infectada», lo que significa que no se puede erradicar la bacteria, solo controlar que no salga de las islas y eliminar las especies que den positivo.
Poco más tarde se detectaron miles de casos en la Comunidad Valenciana -sobre todo de almendro tradicional de secano en Alicante-; uno en la Comunidad de Madrid -un olivo de Villarejo de Salvanés- y otro en Andalucía -en una planta de un invernadero con malla anti-insectos de Almería-, donde oficialmente la enfermedad está erradicada.