La ONU declaró el 2021 como el Año Internacional de las Frutas y Verduras, una ocasión para reivindicar la contribución de estos productos a la salud y la nutrición que coincide con la crisis del coronavirus.
«El aumento de la demanda de alimentos y el consumo de frutas y verduras durante la crisis ha subrayado la importancia de los productos agrícolas y hortícolas», afirma a Efeagro la presidenta de la Sociedad Internacional de Ciencias Hortícolas (ISHS, por sus siglas en inglés), Yüksel Tüzel.
En general se recomienda tomar al menos 400 gramos diarios de frutas y verduras, aunque el consumo medio actual solo alcanza dos tercios de esa cantidad.
Según datos recogidos por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción mundial de frutas y verduras pasó de 306 gramos por persona al día en 2000 a 390 gramos en 2017, pero la cifra incluye cáscaras y otras partes que acaban en la basura.
En términos absolutos, en 2018 la producción fue de 868 millones de toneladas de frutas y 1.089 millones de toneladas de verduras y, si bien su comercio internacional representa apenas un 8 % de la oferta global, su valor es de los más altos entre los productos básicos, de acuerdo a la FAO.
Más dificultades por la pandemia
Los problemas de distribución y acceso aún persisten en muchas partes del mundo, junto a la pérdida y desperdicio de una parte importante de la cosecha.
La pandemia también ha alterado las cadenas de valor de los productos hortícolas, pues, como dice Tüzel, las nuevas medidas de protección han aumentado los costes y se han registrado problemas logísticos en el suministro debido a los cierres de fronteras, las cuarentenas y la escasez de mano de obra.
Entre los cultivos hortícolas, el mayor impacto lo ha sufrido la demanda de flores en casi todos los países, según la experta, también profesora de Horticultura en la Universidad del Egeo (Turquía).
Tüzel señala diferencias entre regiones: en Estados Unidos las pérdidas agrícolas se cuentan por millones de dólares en lechugas, manzanas y uvas; y en África las restricciones a la importación de semillas de plantas ornamentales y vegetales exóticos han encarecido esos productos.
Tales problemas se suman a los que venían experimentando los cultivos por el cambio climático, como en algunas regiones de América Latina donde las plantas están sometidas a un prolongado estrés hídrico o, por el contrario, a inundaciones.
La presidenta de ISHS añade que, por el clima, se suceden las plagas y enfermedades vegetales, sin que en algunos casos existan tecnologías para controlarlas.
Y debido a la crisis económica, en países como Argentina, Venezuela, Perú o Colombia los agricultores afrontan mayores costes de producción, lo que afecta a su producción.
Esfuerzos internacionales
Los actos y campañas organizados por el año internacional pretenden impulsar el conocimiento, promover políticas y desarrollar capacidades con vistas a mejorar la producción y el consumo de estos alimentos.
Sin embargo, la pandemia se ha cruzado en los planes y la Sociedad Internacional de Ciencias Hortícolas, que acostumbraba a organizar más de 40 simposios anuales y está involucrada en la celebración de este año, ha acabado optando por los encuentros virtuales o híbridos.
Su misión es la de fomentar la investigación y la educación en todas las ramas de la ciencia hortícola, y facilitar la cooperación y la transferencia de conocimientos mediante congresos, publicaciones e instituciones científicas.
«Los trabajos científicos más recientes buscan mejorar la eficiencia de los sistemas de producción y hacer frente al cambio climático; aumentar la sostenibilidad y el uso eficiente de los recursos naturales; e incrementar la resiliencia de los sistemas culturales con el fin de cubrir las demandas de la sociedad», destaca Tüzel.
Llama la atención sobre los pequeños agricultores que, a pesar de ser esenciales para proporcionar alimentos, tienen dificultades en satisfacer las demandas del mercado, superar los efectos del cambio climático y lograr recursos suficientes.
Tüzel apuesta por facilitarles tecnologías digitales, visto el acceso extendido a la telefonía móvil e internet, para que puedan aprender nuevas formas de mejorar sus cultivos, ahorrar agua y conservar sus cosechas, entre otros objetivos.