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Un regadío con menos agua, el destino obligado contra la sequía

La adaptación de la agricultura española a las sequías cada vez más intensas y recurrentes pasa por disminuir el consumo de agua en el regadío para garantizar los mejores niveles de reserva hídrica y reducir el riesgo de escasez, tal y como apuntan los expertos.

El regadío y los usos agrarios constituyen un 80 % de la demanda estimada de agua en España, que en 2021 ascendió a un total de 32.000 hectómetros cúbicos, según el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico.

Con esas cifras sobre la mesa, el debate sobre cómo mejorar la gestión hídrica en la agricultura está servido, sobre todo en el momento actual de sequía.

A pesar de las últimas lluvias, los embalses están al 47,7 % de su capacidad, con las cuencas más deficitarias en el Guadalquivir (23,8 %) y el interior de Cataluña (25,3 %).

Muchos de los embalses en esta última zona están vacíos, por lo que no hace falta construir más, sino mejorar las infraestructuras de distribución del agua hasta las parcelas regadas, asegura a Efeagro el jefe del programa de investigación Uso Eficiente del Agua en la Agricultura del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de Cataluña (IRTA), Jaume Casadesús.

«En las zonas más afectadas por la sequía la modernización de esas infraestructuras no ha llegado a tiempo», afirma el experto, que insiste en mejorar también la eficiencia del regadío dentro de las fincas.

Modernización pendiente

En España había 3,8 millones de hectáreas de superficie agraria regada en 2021, de las que el 54,5 % era riego localizado, el más eficiente, seguido por el riego por gravedad (22,2 %), por aspersión (14,7 %) y el automotriz (8,4 %).

Casadesús considera que «se carga demasiado a los agricultores con la responsabilidad» de cambiar hacia unos sistemas más eficientes que ahorren agua, cuando es algo que beneficia a toda la sociedad.

En el IRTA están trabajando en la mejora del manejo y la distribución del riego, adecuándolo a las necesidades de cada momento en función de la situación meteorológica o el desarrollo de los cultivos.

El experto también destaca la importancia de planificar todos los usos del agua y de la gestión colectiva del regadío a través de las comunidades de regantes.

Pone como ejemplo el bombeo de agua, ya que son las comunidades de regantes las que saben lo que necesitan, también para ahorrar costes energéticos.

La sequía está sirviendo de aprendizaje para todos y actualmente en Cataluña los investigadores del IRTA facilitan información y apoyo a los agricultores, con la prioridad puesta en la supervivencia de los árboles descargándolos de frutos y copas para que aguanten en verano.

Medidas no sólo de emergencia 

El pasado 11 de mayo, el Gobierno aprobó un paquete de ayudas por la sequía de 2.190 millones de euros, entre las que se encuentran ayudas directas a los productores afectados, exenciones a cánones y tarifas en el regadío, y la asunción de obras hidráulicas en Cataluña, Andalucía y Levante por parte del Ejecutivo central.

Además, el plan de inversiones del Gobierno para modernizar el regadío estará financiado con más de 2.130 millones de euros hasta 2027.

En todo el país, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore) reclama la ejecución de obras de emergencia, la aplicación de un IVA reducido al 5 % para el suministro de energía y la agilización de los trámites para abrir pozos de sequía y las inversiones en la depuración y la desalación de aguas, entre otras medidas.

Los regantes defienden que han disminuido en un 15 % la demanda de regadío desde 2000, con un recorte de su dotación por hectárea en más de 3.000 metros cúbicos al año.

El director del departamento de Investigación Aplicada del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), Alejandro Benito, reconoce que hay que trabajar más en las infraestructuras y no permitir los riegos a manta si se puede hacer con otros sistemas más eficientes, como el de goteo enterrado.

La planificación debe hacerse a medio y largo plazo, es decir, entre 5 y 10 años, según Benito, que explica que también asesoran a los agricultores a pie de parcela para indicarles cómo cuidar los suelos e introducir mejoras a corto plazo.

«España es uno de los países más avanzados en tecnología de riego, pero tenemos que avanzar más para que no haya pérdidas de agua», ya sea por evaporación o por filtraciones en infraestructuras antiguas, afirma.

El especialista asegura que también están trabajando en riegos deficitarios en cultivos como el olivar o el viñedo, con vistas a suministrar la cantidad mínima de agua para que el rendimiento no se vea gravemente afectado y la calidad sea óptima.

A su juicio, mejorar la fertilidad y la salud de los suelos y aumentar su contenido de materia orgánica, que permite retener más agua, son otras opciones que ayudan a lograr explotaciones más resilientes.

Benito aboga por una modernización planificada «con sus correspondientes incentivos» para que el agricultor vea posible el cambio en su explotación y se prepare ante lo que se avecina.