Internacional

La Tuta absoluta impacta actualmente en el 60% de la superficie mundial de tomate

El Simposio Internacional de tomate, organizado la semana pasada por Phytoma, establece que la Tuta es hoy la plaga de mayor alcance para el cultivo rojo.

La Tuta absoluta es en estos momentos la plaga más preocupante en la cuenca mediterránea. Este año se ha agravado por la aparición de resistencias a los insecticidas formulados con diamidas. Así lo explicó Pablo Bielza, catedrático de Producción Vegetal de la Universidad Politécnica de Cartagena, que achacó este problema a varios factores, entre ellos el uso inadecuado de algunas de las sustancias activas registradas y la reiteración en las aplicaciones de los mismos compuestos, por las exigencias de las cadenas de supermercados para limitar el número de trazas de residuos.

En los últimos diez años, ha pasado de afectar al 3% de los cultivos de tomate en todo el mundo, al 60%, lo que supone una superficie de 2,8 millones de hectáreas.

Para volver a un control razonable de la plaga, el presidente de la SEEA propuso una vuelta a una gestión integrada mediante estrategias de control basadas en medidas culturales, biotécnicas, biológicas y químicas, que incluyan estrategias apropiadas de manejo de la resistencia. “El control químico es muy eficaz, pero debe ir acompañado de otras medidas”, afirmó.

En la misma línea, Antonio Monserrat, responsable del Equipo de Protección de Cultivos del IMIDA  y director científico de este Encuentro Phytoma, explicó que la adecuada integración de herramientas biológicas, tecnológicas y químicas en las plantaciones determinan el éxito en el manejo de esta peligrosa plaga. “Los productos fitosanitarios, bien utilizados, son parte de la solución; mal utilizados, son parte del problema”.

Tuta absoluta se ha convertido en un problema global, como se encargaron de exponer César Ramos, del Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria en México; Ivan Rwomushana, investigador del Centro de Biociencia Agrícola Internacional (CABI) en Kenia; y Antonio Biondi, del Departamento de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de la Universidad de Catania.