Así lo explica en una entrevista con Efe Esteban Bermúdez, un joven innovador costarricense socio fundador de Escoia, una empresa que ha desarrollado un proyecto para convertir los residuos de estas plantaciones en una fuente de energía, pero que podrían servir también para generar otros productos, como biocombustibles, fertilizantes u hongos comestibles.
Tras terminar una maestría en Holanda en tecnologías de energía sostenible, decidió regresar a su Costa Rica natal junto a su compañero noruego, Bjøorn Utgärd, y formar Escoia. Pensando en un proyecto interesante, y conscientes de que el país centroamericano es el mayor productor de piña del mundo, acordaron convertir a este producto en uno de mayor valor agregado.
Desde 2014, ambos recorrieron la mayor parte de las plantaciones de piña, más de 43.000 hectáreas según las cifras oficiales -aunque seguro que son más, apunta-, para recabar información, ver cómo los agricultores cultivaban este delicioso alimento y analizar cómo se podría mejorar.
Las plantaciones de piña deben renovarse cada dos años por motivos de productividad. Habitualmente, los rastrojos de la piña se tratan con herbicidas y pesticidas antes de quemarlos directamente sobre el terreno. Pero estos jóvenes emprendedores buscan con su proyecto reducir el impacto ambiental y aumentar la rentabilidad.
"El concepto en lo que se inspira es la economía circular", dándole una segunda oportunidad a los residuos, y lo cierto es que el "rompecabezas" empieza a tener cada vez más sentido para lograrlo: Ya han adaptado una máquina apropiada para pretratar la biomasa, que logra reducir la humedad de los rastrojos de un 88 por ciento a menos de un 60 por ciento, ideal para facilitar su destrucción.
Esta innovación ya funciona, la han probado, a pesar de que todo el mundo les decía "que era imposible", y ahora el siguiente paso de Bermúdez, junto a su compañero, el "vikingo tropicalizado", es crear una planta de demostración en el 2017 para enseñarle a los productores y a la sociedad que funciona: "Ver para creer".
Su proyecto, que ha sido premiado por la revista MIT Technology Review en español, está causando furor, pero este joven, reacio a admitir el éxito, advierte que el objetivo es extenderlo a otras plantaciones y a otras partes del mundo: "El proyecto fracasaría si se quedara solo en un lugar".
La idea de una "biorefinería", insiste, no es descabellada y lo compara con las refinerías del petróleo. Cuando se comenzó a extraer el oro negro solo se aprovechaba una pequeña parte para aplicaciones limitadas y el resto eran "desperdicios". Pero llegó John D. Rockefeller y dijo que no se podía seguir así. Ahora sus usos son casi infinitos.
Bermúdez también busca cambiar las malas prácticas en las plantaciones de la piña y sacarle un mayor rendimiento: "A los piñeros ya se les ha puesto el signo del dólar en los ojos".
Aunque esta idea todavía es un concepto en prueba, todo marcha sobre ruedas y no duda en animar a los más jóvenes a que desarrollen sus ideas: "Lo bonito de vivir en países en vías de desarrollo es que hay mucho que desarrollar, muchos retos".
Por el momento, él y su socio tienen suficiente trabajo para entretenerse "con la piña por muchos años".