Iniciativas como la de doña Celia suponen toda una revolución, no siempre comprendida. «No todas valoran el trabajo», se lamenta mientras muestra los avances de su huerto a los técnicos de la FAO y de la embajada de Suecia, uno de los principales donantes de los proyectos en el Corredor Seco.
En el huerto de doña Celia brotan los «dientes de perro», como se conoce aquí al chile, y la hierbabuena. Un poco más abajo aparecen también las berenjenas. Cultivando hortalizas, doña Celia ha encontrado una fuente de alimentos para los siete miembros de su familia y un pequeño negocio: los excedentes de producción los vende en el mercado local de Jocotán.
También hay plantación de árboles frutales, de naranjos o limoneros. «Hemos incorporado técnicas nuevas a un sistema ancestral», reconoce Gustavo García, uno de los técnicos de la FAO que ayuda a doña Celia a levantar un huerto que hace soñar a todo un pueblo con la posibilidad de dejar de tener hambre.