"(Antes) solía comprar muchas verduras y no me podía comer todas. Es una pena tirarlas en la basura", explica a Efe la tailandesa en la terraza, situada en la quinta planta de un edificio en el distrito de Bang Na, en el sur de capital.
"Este huerto en la azotea también sirve para relajarme y hacer ejercicio", afirma tras regar las lechugas plantadas en botellas de plástico recicladas.
En la terraza, de unos 30 metros cuadrados y techada con cañas de bambú, también hay diferentes macetas con tomateras, guindillas o hierbas aromáticas tailandesas.
Oropan y su marido, de nacionalidad estadounidense, gastaron sólo unos 3.000 bat (unos 84 dólares o 79 euros) y utilizaron materiales reciclados, como un trozo de tejado y hasta la barandilla de una escalera, para montar su huerto.
La artífice del huerto procede de Nongpok, una aldea rural en la provincia de Roi Et, en el noreste de Tailandia, donde se crió entre campos de arroz y plantaciones, y tras estudiar inglés montó una academia de idiomas en Bangkok.
En unos años espera volver a su provincia natal para gestionar una granja ecológica.
El tailandés Nakhorn Limpacuptathavon, de 34 años, es uno de los fundadores de The City Farm Project, una de las primeras ONG tailandesas que promueven la agricultura orgánica.
Nakhorn puntualiza que, aunque no hay datos oficiales sobre el número de huertos urbanos en Tailandia, cada mes una media de 30 personas acuden a los talleres que imparte desde hace siete años sobre agricultura urbana.
El tailandés estudió Ingeniería Agrónoma y realizó prácticas en Austria antes de obtener un máster en la Universidad de Thammasat en Bangkok sobre agricultura sostenible.
En 2009, decidió empezar su propio huerto urbano en una vivienda propiedad de su familia en el distrito de Lad Phrao, en el norte de Bangkok, al que luego añadió un pequeño corral con diez gallinas.
En un área de unos 240 metros cuadrados, cultiva una variedad de 20 verduras y frutas como espinaca de Ceylan, rábanos, cebollas, boniato o plátanos.
"Todos los días desayuno verduras con mi esposa", dice a Efe, en medio de los vegetales y hortalizas de su huerto capitalino.
Nakhorn defiende la agricultura sostenible y orgánica como una "forma de vida" y asegura que los huertos urbanos son también una buena forma de fomentar el espíritu de comunidad con otros vecinos.
En su opinión, los fertilizantes y herbicidas rompen el equilibrio que existe en el entorno natural y aconseja evitar la "comida sintética" que se vende en muchos supermercados.
"Yo no he ido al médico en siete u ocho años", afirma orgulloso Nakhorn, quien achaca su buena salud a la higiene de los alimentos que él cultiva.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) respalda la agricultura urbana como un sistema de suministro que genera empleo, recicla residuos y aumenta la seguridad alimentaria, sobre todo en tiempos de crisis.
Según publica la FAO en su página web, un microhuerto de un metro cuadrado puede llegar a producir unos 20 kilogramos de alimentos al año.
Los primeros casos de agricultura urbana comenzaron en Europa durante la revolución industrial en el siglo XIX para compensar las carencias alimentarias en los barrios obreros.
La producción agrícola a pequeña escala en las ciudades se incrementó más tarde durante la Segunda Guerra Mundial y en los años 1970 con el auge de los movimientos ecológicos y comunitarios.
En los últimos años, la crisis financiera, el cambio climático y la concienciación alimentaria han espoleado los proyectos agrícolas urbanos en países tan diversos como Estados Unidos, Cuba o Tailandia.