El estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences de Estados Unidos (PNAS), ha sido realizado por científicos del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (centro mixto ISCIII-UCM), de la Universidad de Burgos y de la Universidad de Upsala (Suecia).
Durante el estudio, los científicos analizaron el genoma entero del ADN nuclear de ocho individuos del yacimiento de El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca (Burgos), que contiene fósiles de un inmejorable registro arqueológico de los últimos 10.000 años.
Los restos analizados corresponden a ocho individuos que vivieron en la Sierra de Atapuerca entre el Calcolítico y la Edad del Bronce, es decir, tienen entre 5.500 y 3.500 años, y son de los restos más antiguos de agricultores ibéricos analizados hasta ahora.
"El trabajo se ha hecho en colaboración con científicos de la Universidad de Upsala, que es uno de los pocos laboratorios en el mundo donde cuentan con la tecnología necesaria para secuenciar ADN antiguo", ha explicado a Efe el geólogo de la Universidad de Burgos y coautor del estudio, Eneko Iriarte.
Uno de los debates más antiguos entre los arqueólogos lo ha motivado el desarrollo y la expansión de la agricultura en Europa, una práctica que nació en Oriente Próximo hace unos 11.000 años (en una zona llamada el "Creciente fértil") y que llegó al viejo continente hace unos 7.500 años en dos vías: la costera-mediterránea (hasta la península ibérica) y la centroeuropea.
Las opiniones se dividen entre los que piensan que la cultura neolítica se expandió por Europa únicamente a través de la difusión de ideas y los que creen que esa expansión cultural tuvo lugar mediante movimientos poblacionales, es decir, gracias a migraciones de personas que llevaron la agricultura y su nuevo modo de vida a todos los rincones de Europa. Pero ¿se mezclaron entre ellos?.
Las nuevas técnicas de análisis del genoma están zanjando los viejos debates. "Y es que la ventaja de los análisis de ADN es que permiten trazar vectores poblacionales con seguridad y corroborar, matizar o contradecir con datos las hipótesis mantenidas por la arqueología hasta ahora", subraya el investigador.
El estudio ha comparado el genoma de los individuos de Atapuerca con el de las poblaciones actuales y con el de otros fósiles coetáneos de Centroeuropa y ha constatado que los habitantes del yacimiento español son agricultores neolíticos, pero también tienen genes de los antiguos cazadores-recolectores.
El estudio confirma así que durante 2.000 años esos primeros agricultores se mezclaron con las poblaciones previas asentadas en territorio ibérico antes de su llegada, y "así nació el sustrato genético de las poblaciones actuales de la península, que descienden de ambos grupos genéticos".
Pero el estudio va más allá y confirma que dentro de la península ibérica, donde a lo largo de milenios su población se ha mezclado con acervos genéticos de diversas procedencias (africanas, asiáticas, etc.), este sustrato genético "está muy diluido en la mayor parte los españoles, mientras que entre los vascos se conserva en un porcentaje muy elevado".
"Podríamos decir que las poblaciones vascas (norte de España y sur de Francia) son las más similares a estas primeras poblaciones ibéricas de agricultores neolíticos", según Iriarte.
Esa podría ser la explicación de por qué la llamada "población vasca" tiene unos rasgos culturales y genéticos distintos a los del resto de los españoles y europeos, circunstancia que incluso podría explicar el enigmático origen del euskera.
"Esto es un resultado muy interesante, ya que los vascos se han considerado siempre como una singularidad europea, no solo por su idioma único, que no parece tener relación con las lenguas del grupo indoeuropeo, sino también por su genética", destaca el coautor del trabajo, Juan Luis Arsuaga.