Considera que los agricultores constituyen el eslabón más frágil de la cadena y sufren todos los efectos negativos de la volatilidad y que en un mercado cada vez más globalizado, los productores europeos deben confrontarse con las agriculturas más competitivas y se encuentran desarmados frente a las fluctuaciones del mercado.
Opina que para la mayoría de los consumidores, las expectativas principales se refieren a la contención de los precios al por menor y a una mayor transparencia en la calidad de los productos puestos en venta. Pero de hecho, la PAC no logra dar respuesta adecuada a ninguno de estos problemas. En la última década, la política agrícola europea ha cambiado completamente sus rasgos, eliminando progresivamente casi todas las formas de ayuda relacionadas con la producción y el mercado. Las ayudas son actualmente concedidas a las empresas agrícolas incluso cuando éstas ya no producen más (desacoplamiento), pero no hay ninguna forma adecuada de ayuda para sostener a los productores cuando existen crisis en los mercados.
La cuantía de las ayudas concedidas (entre 250 y 350 euros por ha) constituye efectivamente una renta interesante para una explotación que ha dejado la actividad y que no tiene que hacer frente a costes de producción, pero es muy poco relevante para una empresa que ha efectuado inversiones, que ocupa mano de obra y que debe hacer cuadrar costes e ingresos. Pero la PAC tampoco es funcional, opina el Ministro Romano, para hacer frente a las exigencias de los consumidores europeos, que piden precios razonables y una calidad adecuada.
En los últimos años el proceso de fortalecimiento de las normas para la tutela de la calidad ha entrado en una fase de estancamiento. La trazabilidad sigue existiendo para la mayor parte de los productos presentes en el mercado, pero es poco eficaz, como se demostró con toda evidencia en la reciente crisis de la E. coli y, en Bruselas, sigue habiendo incomprensibles resistencias a la solicitud de informar a los consumidores sobre el origen de los productos y de las materias primas utilizadas. Este escenario no puede considerarse satisfactorio para los productores y los consumidores italianos: la reforma podría constituir la ocasión para corregir algunos de estos errores.
La Comisión propone, de hecho, un proceso de reforma dirigido a determinar la cuantía de las ayudas concedidas exclusivamente en función de la superficie de las explotaciones. En una primera fase 2014/2020, habría un acercamiento del importe de la ayuda /hectárea, que debería concluirse en el periodo sucesivo con un flat rate europeo. En esta perspectiva desaparece cualquier referencia al trabajo, al producto realizado, a las características de la empresa y a la capacidad del agricultor. La superficie es el único parámetro para la concesión de las ayudas y una hectárea de terreno abandonado tiene la misma relevancia que una hectárea de horticultura especializada. Se trata de un enfoque inaceptable desde el punto de vista económico y ético.
La PAC no puede arrancar de raíz los elementos esenciales de la actividad agrícola, que está constituida, en primer lugar, por un productor y por un producto. Son los hombres y las mujeres, con su trabajo y sus inversiones, quienes producen bienes, quienes producen alimentos para la colectividad. Considera el Ministro que al término del proceso diseñado por la Comisión (cuando las ayudas sean concedidas sólo en base a la superficie) la agricultura italiana, si bien produce el doble de lo que se produce en el Reino Unido ó en Polonia, recibirá unas ayudas 30% inferiores a las de esos países. Es una distorsión de la competencia evidentemente inaceptable. Y tampoco puede pensarse que Italia pague en el futuro a la Unión Europea más de 7.000 millones al año para la política agrícola y en cambio reciba solamente 3.500 bajo la forma de ayudas para las empresas italianas. Por otra parte, Italia, país fundador, ha contribuido ampliamente a la financiación de la Unión y ahora pide que se tomen en la debida consideración sus expectativas. El escenario indicado por la Comisión constituye el triunfo de la renta parasitaria y, al mismo tiempo, marca el fin de la política agrícola. Considera el Ministro italiano que es necesario cambiar de rumbo, llevando al centro de la PAC las exigencias de las empresas productoras y de los consumidores. El debate sobre la reforma nos permite dar un vuelco en esta dirección. Si la Comisión y los Estados Miembros no tienen la lucidez para hacerlo, la PAC está destinada a una rápida agonía.





















