La Comisión Europea ha propuesto reducir el uso de fertilizantes en al menos un 20 % antes de 2030, los precios han aumentado desde el comienzo de la invasión de Ucrania y se ha acrecentado la dependencia de países terceros como Rusia, de los principales exportadores de estos insumos.
Desde el punto de vista químico, un fertilizante orgánico es «un compuesto orgánico que tiene carbono en su estructura y su origen son formas vivas; estiércoles o material vegetal”, según ha detallado a Efeagro el catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y profesor en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (Etsiaab) Alberto Sanz Cobeña.
En España hay cerca de 2.000 formulaciones de abonos orgánicos, órgano-minerales y enmiendas orgánicas con cerca de 500 fabricantes y 150 de compost de lodos y basuras, según datos de la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (Anffe).
Por categorías, y de acuerdo a sus cálculos, los abonos y enmiendas orgánicas rondan las 500.000 toneladas de métrica seca (Tms) y los órgano-minerales, entre 500.000 y 600.000 Tms; los lodos de depuradora sin procesar superan los 1,2 millones de toneladas anuales, de los que se destinan 950.000 toneladas a la aplicación agrícola.
En términos globales de fertilizantes, y según los últimos datos disponibles de Anffe, durante la última campaña agrícola 2021/22 las ventas de fertilizantes fueron de 4 millones de toneladas de producto, un 19,7 por cien inferior a la interior, entre abonos nitrogenados, fosfatados, potásicos y complejos.
¿Son el futuro de la agricultura?
Para Sanz Cobeña, lo son «por la búsqueda de independencia desde el punto de vista de los insumos de fertilización, por el cambio climático, la mejora en la fertilidad de los suelos y el abaratamiento para el agricultor».
A su juicio, «es un sector al alza porque la legislación comunitaria camina en esa dirección, por el contexto geopolítico en el que el precio de los fertilizantes sintéticos ha subido de manera considerable por la escasez de materia prima, exacerbada por la guerra de Ucrania».
Ha añadido que es una de las líneas de mayor expansión y de mayor interés desde el punto de vista de la innovación y la inversión porque «se necesitan fuentes de fertilización alternativas y orgánicas, sin dejar de lado las sintéticas».
En desarrollo
En Loja (Granada) la cooperativa de San Isidro de Loxa ha puesto en marcha un proyecto de abono orgánico a partir de los residuos acumulados en las balsas de efluentes de su almazara, con el que aprovechan los restos de aceite de oliva para generar un biocompost.
Para llegar a ese fertilizante orgánico los excedentes se acumulan en pilas para favorecer la biotransformación, donde pueden alcanzar temperaturas de hasta 60 grados, ha explicado a Efeagro el técnico de la cooperativa, Antonio Rodríguez.
Después se traslada a una cinta rotatoria en la que se va transformando el lodo, que está en continuo movimiento, y donde generan hasta 20 toneladas de este fertilizante al día, con una media anual de 3.000 toneladas, lo que implica que se haya manipulado unos 6.000 kilos de residuos, ha precisado Rodríguez.