Brasil se enfrenta la peor sequía en décadas, un fenómeno cada vez más frecuente, influido por la deforestación en la Amazonía, entre otros factores, y que pone en jaque la matriz eléctrica del país, basada mayoritariamente en hidroeléctricas.
El déficit de lluvias es «crítico» y se agravará en los próximos meses en Brasil, coincidiendo con el invierno austral, periodo de por sí menos lluvioso, según advierten órganos oficiales.
La sequía se concentra en las regiones sudeste y centro-oeste del país, aunque también afecta a las zonas del Norte.
Las altas temperaturas y la escasez de precipitaciones, con los peores datos en 90 años, según mediciones oficiales, han despertado viejos temores sobre la posibilidad de un racionamiento eléctrico, descartado de plano por el Gobierno.
La sequía también es un problema para el agronegocio, uno de los motores de la economía brasileña, en pleno proceso de recuperación tras desplomarse por la covid.
El Gobierno ha reducido sus previsiones de cosecha para este 2021, especialmente la del maíz, lo que pudiera alterar los precios internacionales.
«Es un escenario que no tiene precedentes en décadas», afirma Marcelo Schneider, coordinador regional en el Instituto Nacional de Meteorología.
La situación es especialmente preocupante en la cuenca del río Paraná, que en Brasil engloba los estados de Minas Gerais, Goiás, Mato Grosso do Sul, Sao Paulo y Paraná.