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Experto reclama una ‘política activa de intervención’ de cambio en regadío

La actual gestión del agua en los regadíos es "insostenible" y tiene grandes costes sociales y medioambientales porque está orientada prioritariamente al aumento de la producción agraria, por lo que es clave "una política activa de intervención en el regadío".

Así lo asegura a Efeagro el economista y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua, Francesc La Roca, investigador desde los años 90 de los aspectos socioeconómicos de la crisis ambiental con especial atención a las políticas del agua y a las de prevención de la contaminación industrial.

Asegura que "tenemos que extraer lecciones" y "no cometer los mismos errores" como sucede, por ejemplo, en la Cuenca del Guadalquivir donde el regadío "ha tocado techo", se ha repartido más agua de lo razonable y es preciso recuperar agua para el ecosistema.

Por ello aboga por regadíos menos intensivos en el uso del agua, así como por una disminución de la superficie regada.

La cuenca del Ebro se encuentra ahora en una etapa de expansión del regadío, pero, insiste, no se debe caer en el mismo error y reclama revalorizar el secano que "ha tenido una importancia vital en agricultura", pero ahora está "muy desprotegido y perdiendo rentabilidad".

A pesar de estas afirmaciones, La Roca no es un detractor de los regadíos, ya que valora los regadíos vocacionales, aquellos que por su cercanía a los ríos, en las vegas fluviales o situados en las llanuras aluviales, cuentan con tierras fértiles y una importante productividad, como, por ejemplo, en la zona murciana o valenciana, y cuyos riegos se hallan "amenazados por la urbanización".

El crecimiento de la ciudad ha invadido la huerta y los terrenos agrícolas se hallan en desventaja frente a la expansión urbana, según La Roca, que apunta la necesidad de proteger estos regadíos frente a la presión urbanística.

Evidentemente "no cualquier regadío es bueno per se y no puede haber una política igual para todo el territorio", su implantación tiene que atender a la diversidad de cada zona y dependerá de muchos factores como el clima, la calidad de la tierra o su proximidad al agua.

La Fundación Nueva Cultura del Agua apunta que para una correcta gestión de la demanda agraria de agua se requiere disponer de inventarios de regadíos actualizados y transparentes; los resultados de los planes de modernización de regadíos deben ser evaluados y las concesiones revisadas en coherencia con los objetivos ambientales perseguidos.

Insiste: "Debe ser prioritario el apoyo a las huertas tradicionales y de secano, con planes de I+D+i para aumentar su valor añadido."

El futuro no pasa por apostar por los regadíos de forma indiscriminada, porque llevan aparejados una mayor intensificación de los cultivos, que desemboca en monocultivos, más proclives a sufrir plagas y que hay que combatir con pesticidas químicos.

Por ello La Roca reclama abrir un debate con todos los agentes implicados en el tema para definir una política de regadíos que también vele por los ecosistemas hídricos.

La proliferación de barreras transversales, la extracción abusiva de agua y la contaminación han configurado un paisaje en el que los ríos están desecados, llevan agua de poca calidad y tienen el régimen hidrológico alterado -en verano llevan más agua de lo que correspondería naturalmente por las sueltas de los pantanos y en invierno menos porque se almacena tras las presas-.

Ello produce un deterioro de los ecosistemas fluviales que conlleva importantes efectos no deseados, entre otros, la destrucción de los hábitats naturales y la invasión de especies foráneas tanto vegetales (cañas) como animales (mejillón cebra), cuya eliminación es costosa.

Recalca que hay que cambiar este panorama y apostar por una política sostenible: capaz de mantener la agricultura, recuperar los ecosistemas hídricos y permitir a los ciudadanos su disfrute recreativo.

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