España tiene bastante superficie de suelo agrícola con problemas de «degradación apreciables» pero no extremos y, de momento, se salva de ingresar en la UCI, ha ilustrado el experto en agricultura sostenible José Alfonso Gómez con motivo de la celebración este martes del Día Mundial del Suelo.
El suelo español llega a este día con una salud «regular», enfatiza Gómez, que trabaja como investigador del Instituto de Agricultura Sostenible del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y quien valora, sobre todo, que muchas zonas sufren procesos de degradación que pueden aún revertirse.
«Somos conscientes de que hay bastantes zonas de suelo agrícola que tienen algún tipo de degradación, algún tipo de erosión por encima de lo que sería deseable y hay varias zonas que sufren procesos de degradación medio alto, pero la realidad es que en muchas de esas zonas estamos en situación de revertirlo», ha explicado.
El experto ha abundado que muchas de estas zonas erosionadas cuentan con poco contenido en materia orgánica y baja biodiversidad por la intensificación agrícola pero que, precisamente por el hecho de que aún se siguen trabajando, hay opción de revertir el proceso de degradación.
La fertilidad del suelo, en cifras
En números, Gómez ha señalado que la media de contenido orgánico de la tierra en España ronda el 1,3 %, tal y como reflejan también algunas ONG como Save Soil.
Según esta organización, el mínimo recomendado para poder asegurar el desarrollo de un tierra de forma sostenible se situaría entre el 3 % y el 6 %.
No obstante, Gómez indica que ese porcentaje deseable aplica para zonas naturales, como los bosques, mientras que en las zonas agrícolas, aunque por su naturaleza esos valores son muy difíciles de alcanzar, sí se puede lograr la sostenibilidad con un umbral más bajo de carbono.
«Por ejemplo, en olivares muy intensificados hace años medimos valores de materia orgánica del suelo y vimos que pasar de laboreo intensivo a un manejo con cubiertas permite pasar de unos valores de material orgánica de 1,2 % a 2,4 %-3 %. El suelo de las zonas naturales de estos lugares se encontraba en contenidos de materia orgánica en el rango 4 %-6,9 %», ha explicado el experto.
Según la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación que publicó el año pasado el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), la pérdida media anual de suelo agrícola por la erosión en España está en torno a las 30 toneladas por hectárea y año, un valor tres veces superior a la merma de terreno que sufren las zonas forestales y que significa que el campo español está sufriendo un «proceso erosivo alto».
No es la situación en la que se encuentran los 23,9 millones de hectáreas de superficie agrícola que hay en España, ya que se trata de un valor promedio y, como tal, esconde que hay zonas con erosión muy alta y otras en las que este proceso está controlado, gracias, en parte, a un mejor laboreo del suelo.
Más allá de la PAC
En este sentido, Gómez ha expresado que «lentamente y con menos efectividad» de la que se querría, se ha ido trabajando en revertir la situación de erosión.
Muchos de estos incentivos nacen de la Política Agraria Común (PAC), que «cada vez más» asocia las ayudas a los agricultores con la realización de una agricultura de conservación que fomente la protección del suelo y mejore su contenido orgánico, ha comentado Gómez.
El experto ha lamentado que, aparte de la PAC, y a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, España no cuente con ninguna agencia pública que lidere ese tipo de acciones de conservación del suelo, que realice acciones directas y lleve a cabo un servicio permanente de asesoramiento a los agricultores.
Además, ha indicado que en algunos países hay programas con fondos públicos para restaurar terrenos que sufren una alta erosión, como una cárcava o barranco de tierra, cuya restauración no se la puede permitir una explotación agraria porque no le sale a cuenta con el beneficio que extrae de esa tierra.
Save Soil ha recordado que según la FAO el 52 % del suelo agrícola de todo el mundo ya está degradado y que es probable que el 90 % de la capa superior del suelo de la tierra esté en riesgo para 2050.