El experto de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que también es secretario del Sistema de Información del Mercado Agrícola (AMIS, según sus siglas en inglés), afirmó que ese satélite permitirá obtener "información más precisa sobre las condiciones de los cultivos".
Además, destacó la política de la Comisión Europea de ofrecer esos datos abiertamente para todos los usuarios, entre los que están las agencias nacionales de vigilancia y otras organizaciones públicas y privadas interesadas en agricultura.
El satélite dará apoyo a la llamada Iniciativa de Observación Agrícola Mundial (Geoglam), que ofrece datos sobre las condiciones de los cultivos a AMIS, una plataforma creada a petición del G20 en 2011 para mejorar la transparencia de los mercados de materias primas.
Abbassian sostuvo que el nuevo Sentinel tiene una tecnología "mucho más avanzada" que otros sistemas, de forma que puede controlar la producción de cultivos en todo el mundo, incluidas aquellas regiones húmedas cubiertas por nubes.
"Esperamos que esa combinación de funciones ayude a hacer mejores predicciones, lo que puede ser muy importante si la situación del mercado es tensa y las condiciones de los cultivos en ciertas áreas van a afectar a ese mercado", agregó.
La ESA lanzó ayer al espacio desde el centro de Kurú, en la Guayana francesa, y a bordo de un cohete Vega el segundo satélite de los "centinelas" del ambicioso programa europeo Copérnico para vigilar el medio ambiente y observar los cambios en la superficie terrestre.
El programa Copérnico completo cuenta con un presupuesto de unos 7.500 millones de euros (8.496 millones de dólares) y será el mayor sistema civil de la historia dedicado a escudriñar los rincones del planeta, lo que se espera que se traduzca en ingresos directos e indirectos de unos 30.000 millones de euros.
Sentinel-2 está dotado de dos satélites, el segundo de los cuales se lanzará a mediados de 2016, y tiene por objetivo proporcionar datos sobre la gestión del medio ambiente y de las zonas agrícolas.
También permitirá, según la ESA, hacer seguimiento de la deforestación o desertización de algunas zonas y estudiar el impacto del cambio climático analizando el retroceso de los glaciares, entre otras labores.