Las camas elevadas son una forma de cultivo en el que se instalan estrechos surcos, pero ampliamente espaciados, entre los que se plantan las semillas en tiras elevadas, lo que asegura una distribución adecuada de agua en la tierra para satisfacer las necesidades de la plantación.
Esta tecnología, junto a la introducción de nuevas variedades de semillas y otras prácticas agrónomas, pretende acabar con los problemas derivados de la escasez de agua en Egipto.
Además de impulsar la efectividad del uso del agua de cultivo en un 75 por ciento en comparación con las superficies regadas por el sistema tradicional, esta combinación de técnicas supone la reducción de los costes de irrigación y el aumento de la productividad del cultivo.
"El objetivo de este proyecto es reducir el uso del agua de riego y al mismo tiempo mejorar la cosecha", señaló a Efe el experto en gestión de agua y riego del Centro Internacional para la Investigación Agrícola en Áreas Secas (ICARDA, por sus siglas en inglés), Atef Suilam.
Con esta tecnología se alcanza, según Suilam, "la combinación perfecta: lo que necesitan los agricultores, que es aumentar los ingresos por sus cultivos, y lo que se necesita como meta nacional, que es ahorrar agua".
En las áreas donde ya se ha instalado, los estudios han demostrado que se ha reducido el uso del agua "en un 20 o 25 por ciento" y se ha aumentado la productividad de la cosecha "en un 20 o 30 por ciento".
"Además, ahorramos un 25 por ciento en los gastos de los agricultores", puntualizó Suilam.
Por su parte, el responsable de recursos hídricos y de irrigación en la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Fawzi Karayeh, precisó a Efe que la implantación de este sistema produce también beneficios medioambientales.
"Al usar menos agua, se usan menos fertilizantes, por lo que es una situación donde todos ganan: agricultores, Gobierno y medioambiente", señaló.
Aparte de la instalación de la tecnología de camas elevadas, el proyecto incluye la incorporación de nuevas semillas.
"Las nuevas variedades de semillas modificadas son resistentes a las enfermedades y altamente eficientes en términos de uso de agua y de alta productividad", agregó Karayeh, que estuvo presente en el taller organizado por ICARDA, la FAO, la Universidad de Zagazig y el Centro egipcio de Investigación Agrícola.
Gracias a esta combinación de factores, el objetivo es que los agricultores consigan aumentar su producción "en 1,5 toneladas de producto por hectárea" y que "se utilice un 30 por ciento menos de agua", indicó el experto de la FAO.
Desde su puesta en marcha en 2013, los agricultores que han utilizado este sistema han mostrado su satisfacción por los resultados.
"Hemos ahorrado exactamente la mitad de las semillas y la mitad de los fertilizantes. Estoy muy convencida de este proyecto porque siempre he buscado lo mejor y lo más moderno, y también más producción y más ahorro de dinero", dijo a Efe Mahasin Ibrahim, una agricultora de 49 años y con tres hijos.
Añadió, que les ha permitido ahorrar en la contratación de mano de obra, gracias a la mayor productividad del sistema.
Según Karayeh, esta ha sido la principal razón por la que esta técnica, que data de los años 50 aunque llegó a Egipto "entre los 80 y 90", no ha sido verdaderamente implantada hasta ahora en el país.
"Antes era muy barato traer trabajadores al campo. Ya no lo es y por eso ahora ven la mecanización con mejores ojos", señaló el experto de la FAO.
"Si (el sistema) no tiene un impacto directo en su bolsillo, el agricultor no va a adoptar nunca la tecnología", indicó.
Una vez conseguido ese objetivo, el papel de la FAO, que se incorporó al proyecto en 2015 con una inversión de 500.000 dólares, es hacer que llegue al máximo número de agricultores posible.
Este sistema se ha instalado ya en 147.000 hectáreas en todo Egipto, el 10 por ciento del área de trigo cultivada en el país, según Karayeh.
El objetivo es alcanzar las 420.000 hectáreas, es decir un tercio de la superficie de trigo en Egipto, en los próximos tres años, concluyó.