Esta iniciativa surge a raíz de la creciente sensación de los consumidores de que el tomate "ya no es lo que era" porque, según la opinión de muchos, "ya no tiene el sabor y el aroma" de los de toda la vida.
Esta percepción de haber "perdido" la esencia del tomate de siempre frente al de los nuevos cultivos, junto con la sensibilidad a los distintos virus que afectan al tomate, llevó en 1998 a los miembros de la Escuela Politécnica Superior de Orihuela, de la UMH, a poner en marcha un programa de ‘recuperación de variedades tradicionales’.
De esta forma, se pretende poner de nuevo al alcance de los agricultores las variedades clásicas de tomate, "tan apreciadas desde siempre por su calidad organoléptica (aspectos gustativos, olfativos y de textura del alimento) y a la vez susceptibles a todos los virus de este cultivo", pero con "resistencias genéticas".
Así lo explica en una entrevista a Efe en el interior de un pequeño invernadero de la universidad, situado en la zona de Los Desamparados, una de las investigadoras que forman parte de este proyecto, Arantxa Alonso.
En concreto, este programa trata de impedir que los virus más extendidos en este cultivo -llamados ‘mosaico’, ‘rizado amarillo de la cuchara’ y ‘bronceado’- afecten a la producción del tomate.
De esta forma, se mantiene el "gusto y aroma" del que siempre ha gozado para su uso, mayoritariamente dirigido al consumo en ensalada o conserva. Entre las variedades escogidas están los cultivos de tomate de tipo ‘Muchamiel’ y ‘De la Pera’, para facilitar que los agricultores seleccionen y saquen la semilla de sus mejores plantas, manteniendo la resistencia.
Alonso ha incidido en que los tomates obtenidos a través de este programa no son transgénicos sino producto de una "mejora clásica" que se consigue a través de la "polinización", es decir, del cruce entre híbridos comerciales -referencia para evaluar las líneas- resistentes a los mencionados virus con la variedad tradicional de partida.
Parte de la semilla resultante del cruce entre el híbrido y la variedad es resistente pero, en palabras de la investigadora, "no solo tendremos los genes de resistencia que nos interesan sino que habrá otros cuyo efecto nos muestra frutos de una características intermedias".
Ante esto y para "recuperar" cada vez más la calidad de la variedad tradicional, será necesario cruzar la descendencia del cruce inicial por la variedad, es decir, realizar varios "retrocruces" para que la calidad de los frutos obtenidos sea comparable a la que caracteriza al producto tradicional.
"De cada una de estas generaciones de ‘retrocruces’ nos quedamos con las plantas que mantienen las resistencias", ha dicho la entrevistada, quien ha matizado que esa es la "única característica que deseamos mantener del tomate híbrido moderno".
Por otro lado, ha destacado el interés de este trabajo para cultivar en condiciones de agricultura ecológica puesto que, al tratarse de plantas resistentes, se "evita la necesidad de tratamientos contra los vectores transmisores de los virus".