Persiste el problema de la productividad, ya que en los países pobres muchas personas no se pueden permitir tomar cada día los 400 gramos recomendados de frutas y verduras, que pueden costar unos 1,5 dólares por kilo, equivalente al nivel de ingresos diarios que marca el umbral de la pobreza.
En su opinión, hace falta más información sobre el contenido nutricional de los alimentos para fomentar aquellos de más calidad y cambiar el modelo de producción agrícola con el fin de combatir la malnutrición.
Una de las participantes en el seminario, la activista María Teresa Álvarez, comentó que en su región natal, el Gran Chaco argentino, tradicionalmente se alimentaban de lo que les proporcionaba el monte.
Miembro de la Alianza mundial para los pueblos indígenas móviles (WAMIP, por sus siglas en inglés), Álvarez sostuvo que el desarrollo estaba marcado por el vínculo "estrecho" con la naturaleza de los indígenas y las comunidades de la zona.
Ahora, en cambio, el acaparamiento de las tierras "desenfrenado" a manos de la industria y la agricultura intensiva, junto a la "invasión" de los alimentos empaquetados, ha modificado los hábitos de la población local, que "se ha ido alejando del monte", afirmó.
Frente a problemas antes desconocidos como la diabetes o las caries dentales que han aparecido en el Chaco, la argentina resaltó la necesidad de evitar los desmontes y revalorizar los alimentos tradicionales.
En esto último coincidió Maryam Rahmanian, otra experta de la FAO, para quien los mercados se deben abrir más a los productos agroforestales (mediante la combinación de agricultura y bosques), que tienen un alto nivel nutritivo y contribuyen a la fertilidad del suelo y la biodiversidad.