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Avalan la rentabilidad de las innovaciones que frenen el cambio climático

El Grupo Operativo ‘Adaptación del Sector de los Frutales de Hueso al Cambio Climático’ ha llevado a cabo en los últimos dos años trabajos encaminados a lograr un mejor conocimiento de los efectos del cambio climático en ese cultivo.

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Entre sus objetivos, se encuentra el diseño y optimización de sistemas, métodos y prácticas de cultivo eficientes y sostenibles para paliar las afecciones que provoca el cambio climático en los frutales de hueso.

Así como un análisis agroeconómico del impacto del cambio climático en el sector de frutales de hueso y viabilidad económica de las innovaciones en prácticas de cultivo conducentes a paliar sus efectos.

IMIDA, CEBAS-CSIC y ENAE han sido los responsables de los trabajos llevados a cabo para alcanzar estos objetivos.

Entre los diferentes métodos o prácticas de cultivo eficientes, según Jesús García Brunton (IMIDA),  “están los métodos singulares de cultivo que son el resultado del manejo del cultivo como la interacción de múltiples factores y más cuando por el cambio climático se están produciendo alteraciones climáticas incontroladas.  En determinadas áreas, especies y variedades, su aplicación ayudará a mantener y optimizar la productividad de algunas especies frutales”.

Otra de las herramientas serían los tratamientos con productos bioestimulantes para favorecer la salida del letargo. Según el investigador David Ruiz (CEBAS-CSIC) “ la aplicación de estos compuestos puede ser de gran utilidad en condiciones límite de acumulación de frío, como son muchas de nuestras zonas de cultivo de frutales de hueso, mejorando la floración y producción de aquellas variedades cultivadas cuya satisfacción de necesidades de frío está en una situación de riesgo. Serían métodos que  palian los efectos del cambio climático en los frutales en situaciones límite de falta de frío invernal.

Los mejores resultados se obtienen con variedades cultivadas en zonas límite o frontera, pero debemos ser conscientes de que no sustituyen la acción del frío, ni rompen la latencia, solo ayudan principalmente a las yemas de flor que han alcanzado un determinado grado óptimo de satisfacción de sus necesidades en frío. “Por esta razón sólo deben utilizarse en relación al material vegetal cultivado, conociendo sus características de necesidades de frío, y en zonas o áreas límite”, puntualiza Jesús García.

Estos tratamientos consisten en que cuando las yemas florales han satisfecho un cierto nivel de necesidades en frío invernal, la aplicación foliar de productos bioestimulantes pueden estimular principalmente a las yemas de flor, a una homogénea e idónea mejorando la salida del letargo invernal y favoreciendo una mayor homogeneidad e intensidad posterior de floración.

Por otro lado, están los métodos de protección físicamodificación  de las condiciones ambientales de los cultivos, especialmente mediante la utilización de mallas de sombreo.. “Cuando los frutales se cultivan bajo malla antigranizo, las mismas estructuras de soporte pueden ser utilizadas para poner mallas de sombreo en el otoño – invierno. El fin es que los árboles dispongan de mayor cantidad de frío acumulado”, explican los investigadores del IMIDA y CEBAS-CSIC. “Está comprobado que bajo la malla antigranizo se modifican los parámetros climáticos, particularmente la temperatura, que puede ser disminuida con mayor intensidad con las mallas de sombreo”, añaden.

Lo importante es entender que todas las prácticas de cultivo interactúan entre ellas. “Ya desde el invierno y antes de la poda, debemos diseñar las prácticas culturales que durante el año aplicaremos, con el objetivo general de cultivar árboles equilibrados”, incide Jesús García. “El programa de fertirrigación, junto a la intensidad de poda y aclareo y su época, deben estar en consonancia con objetivos productivos reales e idóneos, y siempre considerando la variedad y portainjerto que se cultiva y teniendo en cuenta que los patrones vigorosos son más eficientes en el uso de agua y nutrientes”, añade.

En el proyecto se han podido comprobar que estas prácticas culturales de forma conjunta pueden tener un impacto positivo, pero siempre atendiendo a unas especificaciones muy concretas para su aplicación, “sin lugar a dudas este proyecto es un punto de partida para el perfeccionamiento de las técnicas culturales estudiadas”, asegura Jesús Gambín (ENAE).

La implantación de estas prácticas debe de atender a un buen conocimiento de las condiciones de adaptación de las variedades a las condiciones agroclimáticas. Habrá casos donde la falta de adaptación es de tal dimensión que no sea viable solución paliativa a este problema, pero en otros casos una utilización conjunta de las prácticas de una forma bien especificada y adecuada pueden tener un impacto productivo positivo. “La viabilidad económica hace entrar en juego variables adicionales como la relación coste beneficio que implica un análisis aún más detallado, que debe de ser adoptada con cautela dentro de la estrategia empresarial de cada productor para analizar costes y potenciales beneficios”, explica Jesús Gambín.

«Lo ideal siempre es no tener que recurrir a la utilización de estas prácticas de cultivo dado que se produce una correcta adaptación. Sin embargo, estas prácticas pueden hacer viable la producción en zonas que este proyecto ha considerado como de riesgo medio para la combinación de condiciones agroclimáticas y grupos varietales”, matiza el responsable de ENAE.

Análisis coste-beneficio

Hay que tener en cuenta que las plantaciones se realizan con horizontes temporales de 15 a 25 años, que es en donde se produciría la rentabilidad económica de la inversión , pero el cambio climático es imparable. “Una decisión que pudiera ser acertada en el momento que se concibió puede plantear problemas progresivamente a medida que el cambio climático va impactando”, indica Jesús Gambín. De ahí que las innovaciones puedan ser paliativas de esta situación

“Las innovaciones se pueden clasificar en dos tipos, aquellas que pretenden modificar ligeramente, pero lo suficiente, las condiciones agroclimáticas para permitir la viabilidad o reducción de riesgos en la producción como es la utilización de estructuras de cubiertas que permiten aumentar la acumulación de frío o la protección contra el granizo, y que también afectan a la optimización de necesidades hídricas de los cultivos. Y aquellas que dadas las circunstancias pueden ayudar al comportamiento fisiológico previsible del frutal ayudando a su mejor brotación y equilibrio dentro de los ciclos anuales como son el uso de bioestimulantes y de técnicas culturales de manejo”, explica Jesús Gambín.

La primera categoría de innovaciones al implicar una fuerte inversión requieren que el valor de las producciones sea importantes en términos de precios esperados en el mercado, perjuicio económico de la falta de calidad de la producción (daños por granizo), elevado coste del agua, etc. para su rentabilidad puesto que la inversión puede implicar una importante repercusión en el coste por kg producido y en los márgenes de los productores además del importante esfuerzo financiero que se debe de asumir a la hora ejecutar la inversión. Por tanto, “no es una decisión generalizable a todo el sector, pero sí valorable en determinados casos que por la estrategia empresarial y la necesidad de sacar partido a los activos existentes se puede plantear”, apuntan desde ENAE, responsables del análisis coste-beneficio.

La segunda categoría implica menores costes, dado que la repercusión del uso de bioestimulantes o técnicas de manejo orientadas a la adaptación tienen menor repercusión en términos financieros, aunque en cierto modo pueden afectar a procesos regulares de cultivo lo que siempre supone un coste. A la vez el uso de estas técnicas de una forma desestructurada o desinformada puede agudizar los riesgos propios del contexto descrito, luego se requiere de una comprensión adecuada del conjunto de las innovaciones para que la relación coste-beneficio sea ventajosa, pero “la conclusión que hemos obtenido del proyecto es positiva, aplicadas de una forma integral y alineadas con la estrategia empresarial del productor pueden ser rentables, aunque existe mucho por trabajar dado que en toda innovación existe un proceso de aprendizaje que es el que con el paso del tiempo optimiza productivamente la aplicación de innovaciones en prácticas de cultivo”, concluye Jesús Gambín.

El Grupo Operativo ‘Adaptación del sector de los Frutales de Hueso al Cambio Climático’ está compuesto por Fecoam, Anecoop, Cooperativas Agroalimentarias de la Comunidad Valenciana, Bitec, ENAE Business School y Basol Fruit, contando con el IMIDA y CEBAS-CSIC como centros de investigación.

Este proyecto está cofinanciado a través de una ayuda del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural-FEADER en un 80% y al 20% por fondos de la Administración General del Estado. El importe total de subvención para la ejecución del mismo es de 599.828,60 euros.