El auge de esta tradición se vivió en la segunda mitad del siglo XX, cuando el número de meloneros podía llegar al centenar, la mayoría de ellos instalados a lo largo de los más de cinco kilómetros de la travesía de la carretera N-630 a su paso por la capital de Tierra de Barros.
La hilera de puestos no dejaba indiferente a nadie y algunos viajeros hacían un alto en el camino para ver y comprar este fruto. Sin embargo, la construcción de la autovía A-66 hizo que disminuyera considerablemente el tráfico rodado en esa vía y, en consecuencia, el número de puestos de venta ambulante de melones.
Con todo, el cultivo y comercio de este fruto de planta herbácea ha continuado siendo una fuente de ingresos para muchas familias locales y todavía hoy pueden verse algunos tenderetes de productores que obtienen el permiso para vender en calles de Almendralejo.
Actualmente, un total de 23 agricultores contribuyen a que esta tradición perdure en el tiempo, después de haber obtenido una licencia municipal que les permite instalar puestos en diferentes puntos de las vías públicas de la ciudad para vender melones y también sandías.
Estos datos han sido confirmados a Efe por fuentes policiales, que llevan el control de los puestos que tienen licencia municipal y que, por tanto, están legalizados para vender fruta en la vía pública. En ellos se puede encontrar distintos tipos de variedades de melones, como las autóctonas "melonas de Almendralejo", un tipo de melón que se ha cultivado desde hace décadas en la ciudad y que es conocido por su sabor dulce.
Además, se venden melones de cuelga, "que pueden durar hasta enero o febrero", según apunta a Efe Juan García, uno de los meloneros con licencia. En general, son melones que se caracterizan por una siembra de secano, lo que les hace ser más dulce que los que se venden en las tiendas de toda España.
Juan García coge las semillas de un año para otro. "Selecciono las de las matas que sacan mejores melones, las seco y las planto al año siguiente", comenta. Aunque ya no es lo que había antaño, ni en tan emblemático lugar como la N-630, los puestos pueden encontrarse en distintos lugares de este municipio pacense, sobre todo, en la travesía de la carretera de Badajoz, en su salida hacia la capital pacense, y en las zonas residenciales de San Marcos.
No lo han tenido fácil, el año pasado estos vendedores vivieron un momento crítico después de que las fruterías de Almendralejo denunciaran que los puestos no sólo vendían melones y sandías, por lo que las inspecciones de trabajo obligaban a los agricultores a cotizar como autónomos, algo que, según García, "es una barbaridad", ya que "un día sacas el jornal y otros días no te llega".
De momento, esta actividad se mantiene aunque con un número de puestos que no ha dejado de descender en los últimos años, y es que "la gente no tiene el bolsillo para muchas alegrías", sentencia García.