El principal objetivo del proyecto Agromina, que desarrolla el ITAGRA desde hace un año y financia la Junta de Castilla y León, ha sido comprobar si se podía dar un uso agrícola al carbón mineral y dar así una alternativa económica al sector minero, desligada del sector energético, ha explicado a Efeagro el coordinador de I+D+i del ITAGRA, Jorge Miñón.
«En términos generales hemos visto que su aplicación es muy interesante porque incrementa la eficiencia del fósforo -uno de los recursos limitados sobre los que tiene puesto el foco la Unión Europea- en el suelo», ha afirmado. Además de otras cuestiones «agronómicamente interesantes».
Los ensayos se han realizado en suelos de prácticamente todas las provincias de Castilla y León, aprovechando los campos de ensayo que ya tiene el ITAGRA, «buscando la mayor heterogeneidad posible tanto de suelos como de clima», y con casi todo tipo de cultivos.
Como explica el investigador, el objetivo era recabar la mayor cantidad de datos posibles para poder evaluar si la respuesta a la aplicación de carbón mineral, que se ha aplicado molido en distintos tamaños y cantidades, en el suelo es la misma independientemente del tipo de suelo, el clima y el cultivo.
Además la caracterización previa del carbón, a través de test de germinación, demostró que no había ninguna sustancia en el carbón que inhibiera el crecimiento de las semillas, y su análisis químico constató que contenía nutrientes como el fósforo o el potasio en cantidades «interesantes» para los cultivos.
«Es decir que podía ser una fuente importante de nutrientes para los cultivos», indica este ingeniero agrónomo.
También se analizaron los residuos del carbón en las escombreras y se comprobó que los residuos tenían más contenido de potasio, un nutriente muy demandando en la producción de los cultivos, que el propio carbón.
Sobre esta base, el siguiente paso fue aplicar el carbón mineral y su residuo en los suelos y cultivos elegidos en diferentes dosis. Y tras evaluar la evolución del suelo y de la producción se ha demostrado que aportando cinto toneladas de carbón por hectárea de suelo, «la dosis más baja», al finalizar el cultivo existía un 11 por ciento mas de fósforo disponible en el suelo, frente a las parcelas donde no se echó carbón.
Un resultado muy interesante, según el investigador, ya que Europa es deficitaria en fósforo y lo habitual es que el fósforo que se aporta con los fertilizantes se bloquee en el suelo y no quede disponible al cien por cien para las plantas.
«Al aplicar este carbón se ha demostrado que no se bloquea tanto y queda mas cantidad de fósforo disponible en el suelo para el siguiente cultivo», ha explicado Griñón, subrayando la importancia que tiene esto en suelos como los de Castilla y León, que son especialmente pobres en este elemento.
Además, aparte del fósforo se ha demostrado que este carbón interviene en la dinámica del resto de los nutrientes del suelo, favoreciendo el intercambio de nutrientes entre el suelo y la planta, y que a la larga mejoraría la rentabilidad de los cultivos ya que supondría un ahorro de fertilizante en futuras campañas agrícolas.