El objetivo del dispositivo es ofrecer al viticultor una técnica rápida y precisa que le permita conocer cuando el fruto se encuentra en su estado óptimo de maduración, según explica hoy la Fundación Descubre.
El sistema propuesto, que ha sido publicado en la revista «Talanta», actúa como las papilas gustativas, detectando a pie de viña y en apenas cinco minutos sabores, texturas y grado de maduración de la uva, con un proceso más rápido que las pruebas tradicionales que se realizan en laboratorios.
El método ha conseguido disponer de 18 parámetros esenciales para determinar el estado de la uva con un barrido electroquímico durante cinco minutos.
Tras este barrido arroja respuestas de los diferentes indicadores relacionados con las propiedades organolépticas del vino, así como otras características químicas.
Entre estas variables, destacan los componentes que proporcionan el gusto del vino, la tonalidad (intensidad); el color; la luz que pasa a través del vino (la densidad óptica); el contenido en polifenoles, el grado de sequedad, acidez, fructosa y azúcares, así como el pH del mosto.
«De esta forma, podemos saber la cantidad de grado alcohólico que contiene el mosto, si el vino estará ácido o precipitado en la botella y en consecuencia, adoptar las medidas necesarias para obtener un producto de calidad», asegura a la Fundación Descubre Laura Cubillana, investigadora de la Universidad de Cádiz co-responsable de este estudio.
La «lengua electrónica» está compuesta por dos sensores diferentes, uno comercial y otro patentado por el propio grupo de investigación responsable de este estudio.
Con ella se puede predecir «al 100%» once de los dieciocho indicadores principales y aproximaciones de otros cuatro parámetros.
«Para saber si un vino es bueno, no es necesario disponer de todos y cada uno de los valores, así que esta herramienta es una buena alternativa para hacer todo el tratamiento físico-químico del mosto antes de comenzar con el proceso de la vinificación», afirma la investigadora.
Este trabajo, financiado con fondos propios de la universidad italiana de Módena y Reggio Emilia, continúa con el desarrollo de un «ojo electrónico» para predecir parámetros relacionados con el color y la tonalidad de la uva que influirán también en la calidad posterior del vino.