En cuatro años, la importación se ha duplicado: de 34.000 toneladas en 2012 a casi 73.500 en los nueve primeros meses de 2016, según la Federación Española de Productores Exportadores de Frutas y Hortalizas. «Todo el mundo quiere comer aguacate, pero no tenemos suficiente para cubrir el consumo local y europeo», señala Benjamín Faulí, Secretario de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores en Málaga.
A la insaciable locura se le suma un precio que ha convertido al aguacate en un bien de lujo. En julio cada unidad se cotizó por 2,50 dólares en Norteamérica, un dólar más que el pasado año. En España se puede llegar a pagar hasta dos euros por pieza, según publica elmundo.es
No obstante, su popularización supone una amenaza para el medioambiente, ya que requiere una gran cantidad de agua: 242 litros por kilo. El mayor peligro reside en su desmesurada producción, que echa a perder entre 600 y 1.000 hectáreas de bosque mexicano al año.
La zona más afectada es Michoacán, que concentra la mayoría de las plantaciones y vive una ola de delincuencia. Los agricultores, a menudo a sueldo de las mafias, actúan al margen de la ley escondiéndolos entre los árboles, deforestando hectáreas y originando incendios para replantar con la fruta. El cártel de Los Caballeros Templarios domina el negocio.
La criminalidad también se ha extendido por Nueva Zelanda, otro de los grandes productores mundiales. Este año, se han documentado más de 40 asaltos en sus plantaciones, señala el diario digital elmundo.es. Los supermercados lucen carteles en los que avisan a los ladrones de que, por la noche, retiran el efectivo de las instalaciones y la palta.