Latinoamérica

Actividad agrícola en Latinoamérica crecerá entre 2015-2024, dicen FAO y OCDE

La actividad agrícola en América Latina y el Caribe crecerá en la próxima década, empujada por la expansión del área cultivada y una mejora de los niveles de rendimiento, reveló un estudio sobre perspectivas agrícolas de la FAO y la OCDE.

En este escenario jugará un importante papel Brasil, cuyo reto es "mantener las altas tasas de crecimiento" de las últimas décadas mientras sigue disminuyendo la pobreza, resaltó el oficial de la División Técnica de Comercio y Mercados de la FAO en Roma, Pedro Marcelo Arias.

Arias hizo estas declaraciones durante la presentación en México del estudio Perspectivas Agrícolas 2015-2024, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

El informe destaca que las semillas oleaginosas y los cereales secundarios ya dominan el uso del suelo en Latinoamérica.

Por ello, y en respuesta a la fuerte demanda de harina proteica, el área de semillas oleaginosas se expandirá a un promedio anual de 1,2 % durante este periodo.

"Si bien se plantarán semillas oleaginosas en una mayor parte de la superficie adicional, esta expansión no se da a expensas de otros cultivos importantes", señala.

Prueba de ello es que el área sembrada con cereales secundarios también crecerá al 0,7 % anual, mientras que la superficie de trigo lo hará al 0,6 %.

En este sentido, Brasil puede convertirse en el "mayor proveedor de productos agrícolas a nivel mundial", destacó Arias, "aun cuando la mayor parte de su producción se quedará en el mercado doméstico".

El especialista, quien participó en la presentación por videoconferencia desde Roma, coincidió con el analista de Política Agrícola de la OCDE, Stephan Hubertus Gay, en que a nivel mundial los siguientes diez años estarán marcados por un comercio agrícola ralentizado frente la década anterior.

Pero la producción global y de consumo se mantendrán estables, provocando una disminución gradual en los precios reales en los próximos diez años.

"Vemos hoy día que gracias a la gran capacidad de respuesta que tiene la agricultura (en producción), los buenos precios retomarán su caída" a largo plazo, tras los altos valores del 2007 y 2008, señaló Arias.

Aunado a esto, destacaron el aumento de demanda de proteínas animales -carnes y lácteos- debido al incremento de ingresos en los países pobres y en vías de desarrollo, una tendencia que continuará al alza en todo el periodo.

"Hemos visto crecimientos muy sólidos en la demanda en este aspecto, y ello implica que hay que alimentar estos animales, y de ahí se sueltan otros resultados de otras producciones", resaltó Gay.

En este sentido, Arias explicó que la FAO estudiará el impacto a mediano y largo plazo que tendrá en el consumo la reciente clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que advierte de los riesgos cancerígenos de las carnes rojas y los productos cárnicos.

Por su parte, el analista de la OCDE subrayó también que los bajos precios del petróleo presionan a la baja variables de los costos de producción como la energía o los fertilizantes.

Además, "un menor precio de la energía ha puesto en jaque la inversión en biocombustibles", dijo Gay, quien detalló que en este sector también influye la política.

Para 2024, el estudio proyectó un precio de 88 dólares el barril de crudo Brent, inferior a los 140 dólares por unidad que estimaban en el anterior documento, presentado en 2014.

Sobre el Acuerdo Transpacífico (TPP), suscrito a principios de octubre, Gay consideró que puede ser relevante para el comercio de lácteos, especialmente para Nueva Zelanda y Australia, complicando el actual mercado que tiene la Unión Europea en este insumo.

Sin embargo, recordó que tanto Nueva Zelanda como Australia están al límite de su producción por cuestiones medioambientales.

Los países firmantes de este tratado -Estados Unidos, México, Perú, Chile, Canadá, Japón, Malasia, Singapur, Vietnam, Brunei, Australia y Nueva Zelanda- tienen un plazo de dos años para realizar los cambios internos para que el TPP entre en vigor.