El ponente ha explicado que "el problema de la parálisis cerosa es que aparece unos quince días después de cosechar, comenzando a oscurecerse parte de la pulpa del ajo y el diente entero termina teniendo un color vítreo" que puede provocar graves pérdidas de post-cosecha, que se agrava con las exportaciones ya que el producto llega a su destino en condiciones mucho peores.
"Solo un corte transversal del ajo dos o tres semanas tras la cosecha podría darnos un diagnóstico fiable", ha relatado.
Ha relacionado su aparición con suelos frescos, periodos de temperaturas suaves antes de la cosecha o a una cosecha temprana de los ajos. "Si la cosecha es muy precoz, el ajo sigue respirando una vez recogido y, a mayor tasa de respiración durante las primeras semanas de almacenamiento y secado, mayores serán las posteriores mermas por parálisis", ha precisado Palmero.
En cuanto a las enfermedades, muchas son debidas a la podredumbre húmeda en los dientes: "el ajo se empieza a colorear de una manera muy parecida a la parálisis cerosa, con manchas deprimidas de color blanquecino con un halo necrótico que pueden llegar a cubrirlo por completo", ha explicado.
Para abordar esta enfermedad, ha concluido, es necesario realizar un control integrado del cultivo con el uso de productos fitosanitarios y un correcto manejo (material vegetal, de riego, la fertilización, etc.).
España exportó a la Unión Europea (UE) durante el 2013 un total de 76.000 toneladas de ajo, siendo Castilla-La Mancha el mayor productor europeo y Las Pedroñeras el mayor productor del mundo si miramos la cifra de cultivo per cápita.