El aguacate se cultiva en lugares cada vez más diversos, con distintas condiciones climáticas y de suelo: temperaturas máximas y mínimas, temperatura a floración, golpes de calor durante el crecimiento de los frutos, régimen de vientos, disponibilidad de agua, encharcamiento, pH variable, salinidad, caliza, sanidad edáfica…
Además, el cambio climático puede afectar la producción de aguacate principalmente por su efecto sobre etapas fenológicas sensibles a la temperatura, como diferenciación floral, antesis, amarre y desarrollo de fruto.
Y es que el cambio climático está en el punto de mira desde los últimos años. La sequía en Málaga ha dejado a los embalses y pantanos bajo mínimos y, como consecuencia, la agricultura de frutos subtropicales de la Axarquía sufre con sus cultivos.
Por otro lado, el agua que se está utilizando para el riego de aguacates es agua regenerada. Es decir, agua residual a la que se han aplicado una serie de tratamientos terciarios para adecuar su calidad al uso. “Sin embargo, el uso de este agua está reduciendo la producción de aguacates porque disnimuye los calibres, además, hay una merma en el desarrollo vegetativo de la planta, sometida a estrés de forma más continuada, menos desarrollo radicular, más problemas de clorosis. Y que el aguacate no tolera esta salinidad, con conductividad en torno a 2 y 2,5”, generando un problema a largo plazo”, explica Manuel Berenguer, asesor técnico independiente cultivos tropicales e intensivos.