Este trabajo, publicado recientemente por la revista ‘Renewable Agriculture and Food Systems’ de la Universidad de Cambridge y cuya autora principal es la investigadora Noelia Cruz Pérez, del Departamento de Ingeniería Agraria y del Medio Natural, se basa en el estudio de la huella hídrica de ambos cultivos.
El artículo, que también está firmado por el profesor Juan Carlos Santamarta, de la ULL, y Carlos Álvarez Acosta, del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias, forma parte de un proyecto de investigación más amplio denominado Investigación sobre la Huella Ecológica en Canarias (IHEC).
La huella hídrica, explica la ULL en un comunicado, es uno de los indicadores medioambientales que permiten conocer la dimensión ecológica de un producto o proceso, y tomar medidas al respecto para poder hacer frente al cambio climático y desarrollar estrategias de mitigación.
Huella hídrica
El concepto de huella hídrica viene a perfeccionar otro previo de agua virtual, acuñado en 1993, que trataba de poner en valor la cantidad de agua potable contenida en un producto o en un proceso, sobre todo en aquellos productos de exportación.
Es decir, el agua incluida en un producto de exportación es agua que se exporta de un país a otro. En este complejo comercio virtual de agua participan, sobre todo, los productos agrícolas, señala la ULL en el comunicado.
En cambio, la huella hídrica se define como la cantidad de agua necesaria para la producción de alimentos y la elaboración de los productos o servicios que requieren de un proceso industrial.
Cálculo
Para abordar su cálculo, se ha dividido el concepto en tres dimensiones: huella hídrica azul, huella hídrica verde y huella hídrica gris.
La azul contabiliza el consumo de agua potable que es necesario incorporar a lo largo de la cadena de suministro del producto, es decir, la cantidad de agua necesaria para la elaboración de un producto.
Por su parte, la verde contempla la cantidad de agua de lluvia incorporada a un producto final y es una dimensión que tiene cabida principalmente en el ámbito agrícola, ya que es prácticamente el único sector donde el agua de lluvia pasa a formar parte de los vegetales que después consumen las personas.
Con respecto a la huella hídrica gris, tiene en cuenta el volumen de agua potable necesario para asimilar la carga de contaminantes, más allá de la concentración natural que habría de ese contaminante de no haber intervención antropogénica.
En el caso de la agricultura, la huella hídrica facilita conocer cómo se está regando en una parcela determinada y cómo se podrían tomar medidas de ahorro hídrico, tras estudiar las necesidades de agua del cultivo y la forma de riego empleada.
Demanda sector agrícola
Esto es especialmente importante en una región como Canarias, donde aproximadamente el 80% de la demanda hídrica del archipiélago es del sector agrícola.
Noelia Cruz hace hincapié en que resulta «vital» realizar estudios sobre la huella hídrica de los principales cultivos con el fin de identificar las prácticas de riego de la agricultura local y poder establecer recomendaciones para el ahorro de agua mediante la mejora de estas prácticas.
Recalca que quienes se dedican al sector agrícola se enfrentarán a un cambio en la temperatura y a una variación en la disponibilidad de agua debido al cambio climático.
De ahí la importancia de elaborar estrategias de ahorro de agua útiles para el sector basadas en la estimación de la huella hídrica con datos de rendimiento y necesidades netas hídricas de los cultivos.
Cruz advierte de que este parámetro no debe utilizarse, en todo caso, como una herramienta para comparar diferentes regiones, ya que la evapotranspiración y las precipitaciones en las distintas zonas cambian drásticamente.
Sí puede utilizarse, en cambio, para mejorar el uso del agua y reducir el uso del agua en zonas específicas donde se ha calculado.
Así y todo, reconoce que se necesitan más estudios para mejorar las predicciones del modelo, con más datos de diferentes años y más parcelas, especialmente en cultivos de aguacate.