Los últimos avances de producción de cereza del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) son del 31 de marzo, y apuntaban a que la campaña iba a saldarse con 104.626 toneladas (-7,7 % respecto a 2021), de las que 40.100 toneladas correspondían a Extremadura (-8,1 %) y 30.900 toneladas a Aragón (-10,7 %).
Le seguían a gran distancia Cataluña (8.103 toneladas, -12 %); Andalucía (6.289 t, -9,6 %); Comunidad Valenciana (4.124 t, +0,4 %); Región de Murcia (3.600 t, +2 %); Castilla y León (2.121 t, +12,2 %), La Rioja (2.000 t, +42,9 %), Castilla-La Mancha (1.300 t, -24,4 %) y Navarra (1.039 t, -4,5 %).
Las previsiones se fueron al traste con el frío y las heladas de primeros de abril en el valle del Ebro, y se redujeron en menor medida en las extremeñas por las incidencias meteorológicas durante el cuajado de la fruta.
Así lo ha descrito el secretario general de la Mesa Sectorial de la Cereza de la federación hortofrutícola Fepex, Agustín Sánchez Castro, quien ha explicado a Efeagro que, en principio, las estimaciones en Aragón pasaban por un volumen de entre 35.000 y 37.000 toneladas, que finalmente se quedarán como mucho en 24.000.
«La campaña está progresando de manera razonable pero más extraña de lo previsible, ya que a finales de abril y en mayo hubo un retraso en la maduración de la cereza que provocó retrasos, que se aceleraron con las olas de calor -incluidas las variedades más tardías-, lo que ha provocado solapamientos«, ha comentado.
Aragón ahora está a mitad de la recolección; de las tres zonas cereceras, la de Caspe-Mequinenza está próxima al final de campaña, la de Valdejalón está en plena recolección y le queda en torno a una semana y la de Calatayud está empezando a recoger estos días y se prolongará a bien entrados el mes de julio.
En Extremadura, aunque no ha habido este año heladas de carácter generalizado, sí hubo «cierta inconsistencia en los cuajados», por lo que la campaña también se ha situado en unos valores medios, más modestos, en torno a las 30.000 toneladas, según Sánchez Castro.
La presidenta de la denominación de origen protegida (DOP) Cereza del Jerte, Clara Prieto, ha detallado a Efeagro que han comenzado a mediados de junio a certificar las primeras picotas, de las que esperan un volumen hasta mitad o finales de julio de «gran calidad», de entre 4.000 y 5.000 toneladas, frente a los 6.000 de 2021.
A éstas hay que sumar otras 400 toneladas certificadas y ya comercializadas de la variedad «con rabo» Navalinda.
Entre un 50 % y un 60 % de la picota tendrá como destino el mercado de Reino Unido, ha detallado antes de afirmar que en la denominación están «satisfechos, porque la calidad ha sido buena» y han podido recoger «todo lo que había».
Precios más altos
El último índice de precios de consumo (IPC) situaba a la fruta fresca como el alimento más inflacionista en mayo (+5,9 %) respecto a abril.
Los precios en origen semanales del MAPA en lo que va de campaña de cereza -desde la semana 19 a la 24 de 2022- son superiores a los registrados en los mismos periodos de 2021 y de 2019, pero a veces inferiores a algunos registrados en los de 2020 o 2018.
Esta campaña, según el MAPA, en la semana 24 (del 6 al 12 de junio), la cotización media estaba en 2,26 euros/kg, un 45,69 % por encima que en 2021 (1,55 euros/kg); el techo (2,80 €/kg) lo alcanzó en la semana 20 (del 16 al 22 de mayo), una cifra solo superada en los últimos años en 2018 (2,85 €/kg, semana 20 también).
Sánchez Castro ha recordado que la fruta de temporada sufre una escalada de costes imparable, en torno al 40-45 % en origen, desde que en septiembre de 2021 empezó la senda alcista de los fertilizantes y fitosanitarios, a los se sumaron los de la energía y combustibles con la guerra en Ucrania.
Ese alza se produce con un descenso productivo, «pero para la escasez de producto que hay este año los precios deberían de ser incluso más altos, porque en estos momentos vienen muy justos para cubrir el diferencial de costes que se produce con la referencia de 2021«, ha señalado.
Prieto, por su parte, ha indicado que el alto precio al consumidor «depende más bien de las cadenas de alimentación, porque el agricultor muchas veces no recibe todo lo que tendría que percibir, porque asume gran parte de los costes» para hacer su producción y el envasado.