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El reto es que se valore papel de agricultura de conservación, según experto

Los retos de la agricultura de conservación son convertirse en el paradigma de la intensificación sostenible de la producción, por su papel para cumplir el Acuerdo de París sobre el Clima, y que a los agricultores que la practican se les reconozcan sus servicios ecosistémicos al territorio.

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Así lo explica en una entrevista con Efeagro el director de la Asociación Española de Agricultura de Conservación-Suelos Vivos (AEAC.SV) y profesor de la Universidad de Córdoba, Emilio González-Sánchez, quien considera este tipo de prácticas «una de las herramientas más válidas para conseguir» el aumento del secuestro de carbono en el suelo y la reducción de emisiones.

La agricultura de conservación se basa en la siembra directa (no labrar el suelo), mantener una cobertura vegetal permanente y diversificar y rotar los cultivos, y su objetivo es «conservar, mejorar y hacer un uso más eficiente de los recursos naturales a través del manejo integrado del suelo, el agua y los recursos biológicos», según González-Sánchez.

Los beneficios de estas prácticas son medioambientales, económicos y laborales, como se ha demostrado -entre otros estudios- por el proyecto «Agricultura sostenible en la aritmética del carbono», cuyas conclusiones se han dado a conocer recientemente.

De las conclusiones del estudio se desprende que se ha potenciado el «efecto sumidero de carbono» del suelo en una media del 30 por ciento; se ha ahorrado en consumo energético y, por tanto, también se han reducido las emisiones de CO2, en un 19 por ciento frente a la agricultura convencional; se ha aumentado la producción un 5 por ciento de media y se ha incrementado la rentabilidad al disminuir los costes.